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Agonizar y morir en la selva

Publicado: Jue May 16, 2019 10:33 am
por EstoEsElPueblo
La muerte natural de un animal salvaje es lenta y dolorosa. En la selva no hay morfina, no hay calmantes y solo la acción rápida de un depredador mitiga el dolor del animal agonizante. En algunos casos la muerte de un animal salvaje por causa natural en algún paraje escondido de la selva es una gran pérdida económica además de, como decía, semanas, muchos meses de dolor, extremo, agónico. Hace dos días la popular bloguera y cazadora Mel Capitán nos dejó; hace dos años, el mundo hablaba del león Cecil; y Nelson Mandela nos dejó una enseñanza hace veinte que acaso no debamos olvidar.
(Julio de 2017)
Capitan Mandela fotógrafo Carter niña y buitre y león.jpg
http://bit.ly/Agonizarymorirenlaselva

Re: Agonizar y morir en la selva

Publicado: Dom Jul 19, 2020 12:59 pm
por EstoEsElPueblo
Agonizar y morir en la selva
La muerte natural de un animal salvaje es lenta y dolorosa. En la selva no hay morfina, no hay calmantes y solo la acción rápida de un depredador mitiga el dolor del animal agonizante. En algunos casos la muerte de un animal salvaje por causa natural en algún paraje escondido de la selva es una gran pérdida económica además de, como decía, semanas, muchos meses de dolor, extremo, agónico. Hace dos días la popular bloguera y cazadora Mel Capitán nos dejó; hace dos años, el mundo hablaba del león Cecil; y Nelson Mandela nos dejó una enseñanza hace veinte que acaso no debamos olvidar.

La caza es el método más eficaz para dar una muerte digna, aunque parezca paradójico; la caza cortará el sufrimiento innecesario, sin meses, años de agonía incluso, para los animales. Así lo entendió el líder africano y autoridad ética, Nelson Mandela.

Cuando un león comienza a envejecer -u otro depredador- y se desliza por la pendiente natural hacia la edad provecta, hacia la vejez, sus facultades como cazador merman: pierde velocidad y resistencia para perseguir a sus presas, pierde dentadura, come menos y come mal; todo lo cual acelera y agrava el comienzo de su vida precaria, de sus últimos años en este mundo.

Todos los animales que no caigan víctimas de un depredador sufrirán una lenta agonía en sus meses finales de vida. A partir de los 15 años de vida, un león comienza a envejecer. Morirán la inmensa mayoría de los leones antes de cumplir los 20 años (pocos sobrepasan esta edad, aunque en cautividad un león puede alcanzar los 30 años).

En esta cuenta atrás de la selva cada día será peor que el anterior. Otro león le arrebará las hembras, la posición en la manada y le expulsará del grupo, probablemente herido en su última pelea como líder.

A partir de cierta edad cada especie animal se sumerge en la vejez. En pocos meses comienza el deterioro físico: la pérdida de peso resultará visible, perderá dientes, por ello cazará con menos frecuencia, comerá menos y se debilitará; será presa fácil de otros depredadores o víctima fácil de enfermedades, algunas contagiosas y dañinas para el resto de la vida salvaje.

Un animal depredador en estado de vejez termina disputando a los buitres y a las hienas la carroña, lo que no siempre es sano para su estómago debilitado, y le hace víctima fácil de enfermedades.

Lo mismo sucede para el león o para el tigre; para el búfalo o la jirafa; la cebra o el cocodrilo: a partir de cierta edad comienza el declive, y poco después una lenta agonía: en la selva no hay morfina ni calmantes para los animales. Es el ciclo de vida inexorable. La edad nunca perdona en la selva

Cuando sólo el cazador produce bienestar

La vejez para un león en la selva comienza a partir de los 15 años: sus facultades han llegado a lo más alto de fuerza, vigor y agilidad, y ya empiezan a mermar. Otros leones le disputarán su puesto en la manada, si es que le consienten formar parte de la misma. Entre los 18 y los 20 años de edad morirá. Su agonía será por hambre, enfermedad, ambas, o el ataque de otro depredador. O utilizado como "cebo" por la manada en ataques peligrosos para cazar un búfalo u otro animal "armado".

Hace dos años la historia del león Cecil dió la vuelta al mundo. "Cecil" murió de un flechazo efectuado por Walter Palmer, dentista de Estados Unidos, en una caza legal, previo pago de unos 50.000 dólares, acompañado de guías y con soporte desde el poblado. "Cecil" era un león que había superado los 15 años de vida, y estaba al borde de comenzar a deslizarse por el precipicio del declive. Es la llamada de la naturaleza.

El león Cecil en vida había dejado varias camadas, había sido un león fuerte y dominante, que se había adueñado de la manada de hembras matando a leones rivales -viejos ya-.

La ley de la jungla que es igual para todos

El cazador, Walter Palmer, era un aficionado experto que pagó por una caza legal y recibió todos los permisos oficiales correspondientes. Con esos ingresos procedentes de la caza, los gobiernos de África subsahariana mantienen los parques naturales y los poblados ubicados en sus proximidades: médicos y maestros, enfermeras y técnicos obtienen recursos para el desarrollo material de sus habitantes. Y puestos de trabajo entre la población local que no será forzada a emigrar a Europa.

Según Panthera organización que vigila los grandes felinos en el mundo, los 28 países con leones en África necesitan unos 1.200 millones de dólares al año para mantener las reservas naturales pobladas por leones. El turismo, la venta a Europa de carne de búfalo, antílope y otras especies, y la caza son las fuentes de ingresos principales. Además de ayudas directas de otros países.

La muerte del león Cecil se convirtió en un acontecimiento mundial, y sobre la misma opinaron jefes de gobierno, como David Cameron, Primer Ministro del Reino Unido, que se subió a la cresta de la ola contra el cazador, olvidando los miles de hombres, mujeres y niños que dependen de una gestión racional de los parques y reservas naturales.

En prensa, radio, televisión, internet y las redes sociales surgió un tsunami planetario de titulares sensacionalistas contra el cazador y contra la caza.

Como defensa las autoridades locales se vieron obligadas a actuar: detención de los guías con juicio fulminante y condena rápida -aunque su actividad es legal-; confiscación de sus bienes. También prohibieron la caza, aunque la veda solo duró 10 días pues debían cumplir los contratos firmados con los cazadores; y más importante aún, debían pagar los salarios de médicos, enfermeras, maestros, biólogos, veterinarios, trabajadores sociales... y empleados en general encargados de mantener los parques naturales y gestionar la población de animales.

Personas racionales y la fauna de la selva

Es importante que la conservación y el desarrollo del medio vayan de la mano. Como conservacionista es necesario tomar en consideración las necesidades de los pueblos que dependen de los parques naturales y reservas. Es necesario fomentar programas de educación para la protección de la vida salvaje y actuar siempre cooperando con las comunidades locales.

Según cuentan las crónicas Nelson Mandela no era cazador de hecho la mayor parte de su vida adulta la pasó en la cárcel de Sudáfrica ¡casi 30 años! Sin embargo, Mandela enseguida comprendió la importancia de la caza como método de gestión racional de la vida salvaje: positiva para el medio ambiente, para las personas que habitan junto a las reservas naturales, y también como método para evitar semanas, meses, años de agonía a los animales.

Imagina lector en cada león sus últimas semanas -cuando solo pueden caminar- o los últimos días -cuando no pueden levantarse, casi- y ello ayudará a entender una decisión difícil, pero que el hombre ha aplicado a lo largo de la historia: el tiro de gracia. Gesto extremo de piedad. Y carga que debemos soportar sobre nuestra conciencia (al fin y al cabo una vida -agonizante- se ha cerrado) y sobrellevar ayudados con la razón que nos distingue de los animales.

Nelson Mandela fue un apóstol de la caza y le debemos respeto a su reflexión, porque está basada en la experiencia sobre el terreno y en la altura ética de un personaje crucial no sólo del siglo XX, pero también en la historia de la humanidad.

Sobre nuestra espalda como seres racionales pesa la obligación de aliviar el dolor, también el dolor de los animales salvajes. Aunque ningún documental, ninguna cámara nos haya mostrado nunca los días finales de un tigre o de un león. O de un gato callejero en una ciudad, ese impulso de misericordia es parte de la condición humana.

Los cazadores como discípulos del Apóstol Mandela, «Madiba»
https://twitter.com/EstoEsElPueblo/stat ... 4289513473

Corresponde, en conclusión, tratar como discípulos de Nelson Rolihlahla Mandela «Madiba» a aquellos cazadores que ayudan en la gestión racional de los parques y espacios naturales, así cazando viejos felinos en África; controlando la población de lepóridos en Europa o palomas y ratas en las ciudades del mundo.