Consideraciones sobre la becerrada de Córdoba en honor de La mujer cordobesa
Publicado: Mar Jun 04, 2019 10:50 pm
En efecto, el puntillero es el encargado de poner fin definitivo a la lidia de una res. Antes de ser arrastrada por las mulillas, como medida de precaución también y sobre todo de gracia, secciona (por si no lo estuviera ya) el sistema nervioso de modo que la muerte de la res queda asegurada sin sufrimiento.
Antes del puntillero interviene cuando es necesario el estoqueador. Su función será seccionar el sistema nervioso y asegurar que el toro de combate, en este caso, becerro, muere sin dolor, y sin peligro para las personas que intervienen en la lidia completa y cabal.
Estas funciones de la lidia no se realizaron de manera reglamentada. Las imágenes por sí solas causan herida en la sensibilidad del espectador.
Ello no es óbice para entender qué es lo que se produce y su consecuencia.
Se produce un error y este error no se examina de manera racional; al contrario, se hace desde un extremismo sentimental de tipo infantil o adolescente: sí, no; a favor, en contra... estas dicotomías expulsan el razonamiento del debate, de la relación entre las personas.
Y el hecho, el error, exige ser identificado, evaluado y corregido en toda su extensión.
La categorización sentimental de este error impide cualquier diálogo de la razón. Y por tanto no sirve intentar explicar esto; sólo su consecuencia, y más cuando estas consecuencias se han dado.
Estamos en una sociedad conservadora, que huye de las novedades, de las máquinas, de la tecnología, de la razón: El problema se agrava cuando este mismo hecho, un error humano, se produce en la vida cotidiana.
A un lado están los aficionados, que hablan de tauromaquia, de arte; enfrente los animalistas y los antitaurinos, que rechazan cualquier atisbo de arte.
Como decía, esta sociedad conservadora rechaza la tecnología, los avances, el progreso. Y en cuanto ve aparecer un error, por ejemplo, en un matadero industrial -que también se producen- exigen el cierre del matadero.
Hablamos de una parte de la sociedad sentimentalizada, imbuida de un falso progreso, que ante un error en el matadero -o en la becerrada de Córdoba- exige el cierre del matadero o la prohibición de las corridas de toros.
¿Cuando hay un accidente de autobús se deben prohibir los autobuses? Cuando una ambulancia se accidenta... ¿debe prohibirse el uso de las ambulancias?
Los sentimientos desaforados, desatados, descontrolados no deben ofuscar el raciocinio.
La tecnología, también la tradicional del estoque y la puntilla, deben resolver el fallo habido en Córdoba. Y asumir, quien corresponda, su parte de responsabilidad.
Los animalistas y antitaurinos deben comprender que ese horror que pretenden lanzar sobre la conciencia de los aficionados, también lo llevan en la conciencia: producir lechugas causa la muerte de miles de vertebrados: ratones, conejos, liebres, etc. también con su sistema nervioso "sintientes" como gustan de llamar en reciente modo.
Y en estas operaciones higiénicas y sanitarias para producir lechugas y zanahorias aptas para el consumo también se producen errores y hay conejos y topos que mueren con mucho dolor, como lo visto en Córdoba.
¿Dejarían ustedes de comer su lechuga sabiendo que un animal ha padecido tantos horrores como el becerro de Córdoba? Probablemente muchos dirán que no. Y en esta conclusión está la puerta abierta a una mejor comprensión de los sentimientos de unos y de otros, que no tienen que ser idénticos. Cada uno con sus gustos. Con su razón. Y cada grupo, respetuosamente, con sus sentimientos.
¡Que dios reparte suerte!
Antes del puntillero interviene cuando es necesario el estoqueador. Su función será seccionar el sistema nervioso y asegurar que el toro de combate, en este caso, becerro, muere sin dolor, y sin peligro para las personas que intervienen en la lidia completa y cabal.
Estas funciones de la lidia no se realizaron de manera reglamentada. Las imágenes por sí solas causan herida en la sensibilidad del espectador.
Ello no es óbice para entender qué es lo que se produce y su consecuencia.
Se produce un error y este error no se examina de manera racional; al contrario, se hace desde un extremismo sentimental de tipo infantil o adolescente: sí, no; a favor, en contra... estas dicotomías expulsan el razonamiento del debate, de la relación entre las personas.
Y el hecho, el error, exige ser identificado, evaluado y corregido en toda su extensión.
La categorización sentimental de este error impide cualquier diálogo de la razón. Y por tanto no sirve intentar explicar esto; sólo su consecuencia, y más cuando estas consecuencias se han dado.
Estamos en una sociedad conservadora, que huye de las novedades, de las máquinas, de la tecnología, de la razón: El problema se agrava cuando este mismo hecho, un error humano, se produce en la vida cotidiana.
A un lado están los aficionados, que hablan de tauromaquia, de arte; enfrente los animalistas y los antitaurinos, que rechazan cualquier atisbo de arte.
Como decía, esta sociedad conservadora rechaza la tecnología, los avances, el progreso. Y en cuanto ve aparecer un error, por ejemplo, en un matadero industrial -que también se producen- exigen el cierre del matadero.
Hablamos de una parte de la sociedad sentimentalizada, imbuida de un falso progreso, que ante un error en el matadero -o en la becerrada de Córdoba- exige el cierre del matadero o la prohibición de las corridas de toros.
¿Cuando hay un accidente de autobús se deben prohibir los autobuses? Cuando una ambulancia se accidenta... ¿debe prohibirse el uso de las ambulancias?
Los sentimientos desaforados, desatados, descontrolados no deben ofuscar el raciocinio.
La tecnología, también la tradicional del estoque y la puntilla, deben resolver el fallo habido en Córdoba. Y asumir, quien corresponda, su parte de responsabilidad.
Los animalistas y antitaurinos deben comprender que ese horror que pretenden lanzar sobre la conciencia de los aficionados, también lo llevan en la conciencia: producir lechugas causa la muerte de miles de vertebrados: ratones, conejos, liebres, etc. también con su sistema nervioso "sintientes" como gustan de llamar en reciente modo.
Y en estas operaciones higiénicas y sanitarias para producir lechugas y zanahorias aptas para el consumo también se producen errores y hay conejos y topos que mueren con mucho dolor, como lo visto en Córdoba.
¿Dejarían ustedes de comer su lechuga sabiendo que un animal ha padecido tantos horrores como el becerro de Córdoba? Probablemente muchos dirán que no. Y en esta conclusión está la puerta abierta a una mejor comprensión de los sentimientos de unos y de otros, que no tienen que ser idénticos. Cada uno con sus gustos. Con su razón. Y cada grupo, respetuosamente, con sus sentimientos.
¡Que dios reparte suerte!