Otegui ha pasado por Televisión Española para decir lo que ya se sabe en las calles del país vasco; lo que ya se sabe en las redacciones del país vasco; lo que ya se sabe en las instituciones -políticas o religiosas- del país vasco: que está más cerca de la violencia como herramienta política; más cerca que de la política como herramienta contra la violencia.
Ya se sabía y, sin embargo, "los mandamases" de televisión decidieron sacarle en hora de máxima audiencia para repetir por las cuatro esquinas de la piel de toro el mensaje sabido en vascongadas.
No es posible normalizar lo que no es normal, digámoslo claro. No es normal escalar en política por métodos violentos. Entonces ¿qué ha cambiado para sufrir esta anormal vuelta de tuerca sobre los fundamentos de la democracia?
Ha cambiado que Pedro Sánchez, el presidente en funciones, necesita votos para ser investido y en sus cálculos está utilizar los votos del extremismo violento en el País Vasco, los 2 diputados de Bildu.
Y Sánchez ha respondido sin pensar demasiado:
Primero: a la detención por parte de la policía del dirigente etarra "Ternera" varias décadas ya prófugo y oculto de la justicia, a esta detención responde Pedro Sánchez dando cobertura mediática a Otegui, condenado por terrorismo.
Segundo: Pedro Sánchez, conocedor del discurso más próximo a la violencia que a la democracia de Otegui, ha aceptado llevar a este sujeto a la tribuna de televisión con ese discurso que valida la violencia "para hacer política."
Y, así es, Pedro Sánchez, queriendo o sin querer, se ha retratado como rehén de los violentos de Euskadi. Los 2 votos de Bildu valen "normalizar" a un ex-terrorista como político; y normalizar en 2019 los residuos violentos de los separatistas vascos.