¡Qué solos se quedan los muertos!

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Es el título de una de las Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer. A todos nos suena la frase y nos lleva a un lugar profundo de nuestro yo, un lugar en el que nuestros sentimientos se comparten con un abrazo o con solo una mirada, con cada uno de nuestros vecinos, de nuestros próximos, de nuestros conciudadanos que también sienten un vacío por alguien que nos ha dejado.

Camino de 8000 muertos. Y las lágrimas son un mar de silencio en la calle. Han prohibido compartir la soledad de los muertos y de los vivos que lloran a sus padres, abuelos, hermanos, hijos... ¡Qué solos se quedan los muertos! ¡Qué aislados quieren a los sobrevivientes!

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Me envían este recorte, está en catalán, pero se entiende a la primera: no se admiten mayores de 80 años en cuidados intensivos. En la práctica significa quédese en casa, abuelo, y espere allí la última llamada.

Si un paciente acude al hospital por otra patología corre un riesgo de contagio muy elevado; si padece una afección pulmonar (sospecha de posible contagio), probablemente la rapidez del ataque del virus, los problemas de desplazamiento, la capacidad de atención inmediata y total en urgencias, todos estos factores, si acude un mayor contagiado, incrementan el riesgo. En conclusión le piden que se quede en su casita, y espere allí, aislado y solo en su propia casa la muerte.