¿Cuál es peor, los toros o la enfermedad? "La enfermedad", responde, con su voz apenas audible por encima del zumbido del tráfico.
La entrevista tiene lugar antes de que Morante se vista para una corrida en Azpeitia, un pequeño pueblo en la región vasca del norte de España. Su traje de luces cuelga sobre una silla en una esquina. Se sienta en una pequeña mesa, con una toalla de baño alrededor de la cintura, frente a un cenicero rebosante de colillas de cigarrillos.
Un aire de resignación triste lo envuelve mientras fuma en cadena. Su rostro aparece ligeramente hinchado, tal vez un efecto secundario del "maletín de medicinas que tengo que cargar". Opuesto a un showman arrogante, Morante habla pensativamente y con lentitud. Su enfermedad le obligó a retirarse repentinamente de la temporada taurina hace dos meses.
Morante, de 44 años, ha sufrido durante más de dos décadas de trastorno de despersonalización y agorafobia, lo que causa mialgia, dolores de cabeza y fuertes ataques de llanto incontrolado, así como confusión y desorientación. Ha pasado por varios tratamientos farmacológicos e incluso recibió sesiones de electroshock en 2004.
El último ataque, sin embargo, le dejó con las piernas débiles y sin fuerzas. "Me golpeó más fuerte que antes", dice, encendiendo otro cigarrillo antes de tomar un sorbo de café.
A finales de julio, reanudó la tauromaquia con gran éxito. "El genio regresó y el mundo volvió a soñar", afirmó el periódico ABC. "Sonreímos ante su toreo, aunque al mismo tiempo nos dolió ver el alma rota de un hombre, tan lleno de sentimientos... una tauromaquia nacida para marcar una época y que morirá cuando su último toro sea arrastrado."
Querido por los puristas por su estilo clásico y discreto, durante varios años los críticos taurinos han debatido si Morante es el mejor de todos los tiempos o simplemente un hombre de su tiempo. Ante la oposición del gobierno de izquierda a su "crueldad", la disminución de su popularidad y la escasez de matadores de primera clase, la tradición "necesita a Morante", escribió Antonio Lorca, el corresponsal taurino de El País.