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Los inhumanos en el poder y sus víctimas: fotos desgarradoras

El hombre es un lobo para el hombre; pero hay ocasiones en la historia en las que los hombres han elegido a personas inhumanas para destrozar a otras personas indefensas en beneficio de ideas aberrantes o de sus intereses personales o nacionales. Hilo abierto para meter ejemplos.

En las olimpiadas de San Luis, en Estados Unidos, los organizadores presentaron un zoológico humano con hombres y mujeres procedentes de varios países y nativos de diferentes tribus aborígenes de norteamérica. Filipinos (país conquistado y arrasado parcialmente por Estados Unidos), pigmeos africanos, patagones argentinos, zulúes, árabes del norte de África y ainus de Japón, entre otros. Unos 3.000 en total. Veamos algunos casos.

Es el caso de Ota Venga, 21 años, pigmeo, de la tribu de los batwa, en el Congo, padre de dos hijos, comprado como esclavo por un kilo de sal y un rollo de seda. El comprador fue Samuel Phillips Verner, misionero que recorría algunos países de África y que traficaba con animales y con personas, como vemos. Los organizadores de San Luis 1904 le encargaron la compra de esclavos para ser exhibidos en la Exposición Universal y competir en algunas pruebas -correr, lanzar flechas o trepar por árboles- de los juegos Olímpicos de 1904. Y ser exhibidos como animales en un zoo: hombres, mujeres y niños.

No vayamos un siglo atrás, está pasando en 2024, y pasa no solo en vídeos grabados, en televisiones también. Un hombre arroja gasolina sobre una mujer que grista de terror, la escena dura 5 minutos, y hay gente al rededor ¿qué salvajismo es este? ¿qué grado de salvajismo?

No sé qué puede ser más cruel. Lo de Ota Venga, o la vida de esa mujer a la que un hombre -un familiar, sería su padre- rocía con una botella de gasolina. Terror absoluto para esta pobre mujer.

Sara Baartman, símbolo de resistencia frente al racismo y la deshumanización

El caso de Ota Venga es solo uno entre mil que encontramos en Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Alemania, vamos ahora con otro caso, el de una joven, que acabó en la prostitución y el alcoholismo después de haber sido comprada por un doctor inglés para ser explotada en Londres y luego en París. En 1810, Sara Baartman, una mujer de la etnia khoikhoi, fue llevada a Londres por Hendrick Cezars y Alexander Dunlop, un médico inglés. Allí, fue exhibida en el Salón Egipcio de Piccadilly Circus bajo el nombre de "Venus Hotentote". Durante estas presentaciones, se le obligaba a mostrarse semidesnuda, destacando sus características físicas, especialmente su prominente trasero, lo que atraía a multitudes curiosas.

La acumulación de grasa en los glúteos es una enfermedad llamada esteatopigia que afectaba a Sara Baartmann desde su infancia. Había nacido en los alrededores de El Cabo hacia 1789 y fue llevada como esclava a Londres para su exhibición privada y en circos con el nombre de la Venus de Hotentote o Saartjie Baartman. Además de esteatopigia, su órgano sexual también era diferente, con unos labios menores mayores de lo normal. En Londres estas exhibiciones generaron alguna controversia y llegaron a un juicio en el que se debatió si Baartman participaba voluntariamente o si era víctima de explotación. Aunque el tribunal concluyó que su participación era voluntaria, las circunstancias de su traslado y exhibición sugieren lo contrario. En septiembre de 1814, Baartman fue llevada a París por Henry Taylor, quien posteriormente la volvió a vender a Jean Riaux, un domador de fieras. En la capital francesa, continuó siendo exhibida, esta vez en el Palais Royal, donde las condiciones eran aún más opresivas.

Su presencia atrajo la atención de científicos como Georges Cuvier, quien la estudió con el objetivo de encontrar supuestas diferencias entre las razas humanas. Baartman fue presentada en fiestas y salones privados, donde era tratada como una curiosidad exótica. Las exhibiciones en París reflejaban una cosificación aún más profunda, ya que su cuerpo era objeto de escrutinio tanto público como científico.

La vida en París fue especialmente dura para Baartman. Además de las exhibiciones, se vio obligada a prostituirse para sobrevivir. Las condiciones de vida precarias y la constante explotación la llevaron al alcoholismo. Su salud se deterioró rápidamente debido a estas circunstancias, sumadas al estrés físico y emocional al que estaba sometida. El 25 de diciembre de 1815, a la edad de 26 años, Sara Baartman falleció en París. Las causas exactas de su muerte no están claras; algunas fuentes mencionan viruela, mientras que otras sugieren sífilis o neumonía.

Tras su muerte, Georges Cuvier realizó una disección de su cuerpo sin autorización, preservando su esqueleto, cerebro y órganos genitales. Estos restos fueron exhibidos en el Museo del Hombre de París durante más de 160 años, hasta 1974, cuando fueron retirados debido a las crecientes críticas sobre la deshumanización que representaba su exhibición. La exhibición de los restos de Baartman en el museo fue un símbolo de la objetivación y racismo científico de la época. Su cuerpo fue utilizado para justificar teorías racistas que buscaban establecer una supuesta jerarquía entre las razas. La presentación de sus restos reflejaba una falta de respeto por su dignidad humana y perpetuaba estereotipos deshumanizantes. La exhibición prolongada de sus restos en el museo fue una manifestación de la explotación continua que sufrió incluso después de su muerte.

En 1994, Nelson Mandela, entonces presidente de Sudáfrica, solicitó formalmente al gobierno francés la repatriación de los restos de Sara Baartman. Tras años de negociaciones y debates legales, Francia accedió a la petición en 2002. Los restos de Baartman fueron devueltos a Sudáfrica y enterrados el 9 de agosto de 2002 en Hankey, en la Provincia Oriental del Cabo, su lugar de origen. Este acto fue un reconocimiento tardío de la injusticia que sufrió y un intento de devolverle la dignidad que le fue negada en vida y después de su muerte.