Castrados, encerrados y sometidos: la doble moral de los ‘amantes de los animales’
Publicado: Vie Feb 14, 2025 10:34 am
Castrados, encerrados y sometidos: la doble moral de los ‘amantes de los animales’
Un animal salvaje no necesita explicaciones sobre la naturaleza de un cazador. Comprende instintivamente su presencia, sus movimientos y sus intenciones. Detecta el sigilo en la maleza, el ritmo de la respiración contenida, la mirada fija en su cuerpo. Es un enfrentamiento ancestral, una lucha que ha existido desde siempre en los ciclos de la vida: depredador y presa, cada uno con su rol en el equilibrio natural.
Pero, para un animal salvaje, el comportamiento de los humanos que dicen amar a los animales es incomprensible. No entiende la lógica de aquellos que secuestran crías de su entorno, los castran para que nunca puedan reproducirse y los condenan a una vida de encierro, lejos de sus instintos y su libertad. En la naturaleza, incluso el cazador sigue sus propias reglas; mata para sobrevivir, pero nunca encierra, mutila o somete con una idea deformada del amor.
Para un lobo en la espesura o un ciervo en el claro del bosque, el cazador es una amenaza predecible. Pero el humano que acaricia a un perro al que ha privado de su naturaleza, que sonríe ante un gato que jamás conocerá el instinto de cazar libremente, que compra y vende vidas como si fueran objetos, es un enigma aterrador. ¿Qué clase de amor es aquel que encadena, domestica y anula lo que un ser vivo está destinado a ser?
En el mundo salvaje, el peligro es claro: una fiera puede desgarrarte, un cazador puede acabar con tu vida. Pero en el mundo humano, la idea de protección muchas veces es una prisión disfrazada. Un animal nacido para correr libre no puede entender por qué es encerrado entre paredes, por qué su descendencia es imposible, por qué su existencia es dictada por horarios de comida y paseos con correa.
Tal vez, en el fondo, el animal salvaje respete más al cazador, porque el cazador al menos es honesto en su papel. Pero el humano que domestica, mutila y llama a eso amor, ¿qué es realmente?
Un animal salvaje no necesita explicaciones sobre la naturaleza de un cazador. Comprende instintivamente su presencia, sus movimientos y sus intenciones. Detecta el sigilo en la maleza, el ritmo de la respiración contenida, la mirada fija en su cuerpo. Es un enfrentamiento ancestral, una lucha que ha existido desde siempre en los ciclos de la vida: depredador y presa, cada uno con su rol en el equilibrio natural.
Pero, para un animal salvaje, el comportamiento de los humanos que dicen amar a los animales es incomprensible. No entiende la lógica de aquellos que secuestran crías de su entorno, los castran para que nunca puedan reproducirse y los condenan a una vida de encierro, lejos de sus instintos y su libertad. En la naturaleza, incluso el cazador sigue sus propias reglas; mata para sobrevivir, pero nunca encierra, mutila o somete con una idea deformada del amor.
Para un lobo en la espesura o un ciervo en el claro del bosque, el cazador es una amenaza predecible. Pero el humano que acaricia a un perro al que ha privado de su naturaleza, que sonríe ante un gato que jamás conocerá el instinto de cazar libremente, que compra y vende vidas como si fueran objetos, es un enigma aterrador. ¿Qué clase de amor es aquel que encadena, domestica y anula lo que un ser vivo está destinado a ser?
En el mundo salvaje, el peligro es claro: una fiera puede desgarrarte, un cazador puede acabar con tu vida. Pero en el mundo humano, la idea de protección muchas veces es una prisión disfrazada. Un animal nacido para correr libre no puede entender por qué es encerrado entre paredes, por qué su descendencia es imposible, por qué su existencia es dictada por horarios de comida y paseos con correa.
Tal vez, en el fondo, el animal salvaje respete más al cazador, porque el cazador al menos es honesto en su papel. Pero el humano que domestica, mutila y llama a eso amor, ¿qué es realmente?