Caso abierto: 24deMarzo #Fueron30000 #NoFueron30000 que sea investigado por inteligencia artificial
Publicado: Lun Mar 24, 2025 4:02 pm
Caso abierto: 24deMarzo #Fueron30000 #NoFueron30000 que sea investigado por inteligencia artificial
Cada 24 de marzo, Argentina conmemora el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en recuerdo del golpe de Estado militar de 1976. Ese día marcó el inicio de una dictadura que duró hasta 1983 y que, según las versiones más extendidas, provocó la desaparición forzada de 30.000 personas. Esta cifra ha sido repetida durante décadas por organizaciones como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y es central en la cultura de derechos humanos del país.
Sin embargo, en los últimos años ha crecido un movimiento que cuestiona esa cifra. Este 2025, el debate ha vuelto a encenderse en redes sociales, donde el hashtag #NoFueron30000 se ha vuelto tendencia. Junto a él, también circula la consigna opuesta: #Fueron3000 o incluso #Fueron5000, en referencia a los registros oficiales de desaparecidos documentados por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), creada tras el regreso de la democracia.
¿Por qué este número es tan polémico? ¿Y por qué hay tanto ruido alrededor de él?
En el centro de la controversia está un nombre poco conocido fuera de Argentina: Luis Labraña, un ex militante de la organización armada Montoneros, exiliado durante la dictadura. Según su testimonio —difundido años atrás y rescatado hoy por miles de usuarios— él propuso la cifra de 30.000 como una estrategia simbólica y política, para captar atención internacional y obtener respaldo al reclamo de los exiliados y familiares de víctimas.
Labraña declaró en una entrevista que, en realidad, no existía una base concreta para hablar de 30.000 desaparecidos, pero que la cifra “sonaba suficientemente fuerte” como para generar un impacto mediático. Su confesión reabre una herida: ¿se manipuló la memoria colectiva con fines políticos? ¿Se puede cuestionar una cifra sin poner en duda el sufrimiento real de las víctimas?
Los documentos oficiales, como el informe de la CONADEP de 1984, identificaron alrededor de 8.900 víctimas directas, de las cuales aproximadamente 5.000 están consideradas como desaparecidas. Pero el número exacto es imposible de confirmar, dado el carácter clandestino de la represión, el ocultamiento de cuerpos y la falta de acceso a archivos completos durante décadas.
La controversia se ha vuelto global gracias a las redes sociales, donde voces argentinas y extranjeras debaten intensamente. Algunos ven en este cuestionamiento una forma de revisionismo histórico legítimo, mientras otros lo consideran negacionismo encubierto.
Lo que hoy se propone desde algunos sectores es que la Inteligencia Artificial (IA) ayude a esclarecer este caso. Mediante el cruce masivo de datos —testimonios, archivos desclasificados, registros forenses, documentos judiciales, censos y otras fuentes— la IA podría construir un mapa más riguroso de lo sucedido, identificar víctimas reales, y también detectar manipulaciones, omisiones o exageraciones deliberadas.
Lejos de querer relativizar el horror, esta iniciativa busca algo más ambicioso: devolver verdad a las víctimas verdaderas, y limpiar la historia de toda instrumentalización. No se trata solo de números, sino de justicia. Y en la era del big data, quizá una máquina bien entrenada pueda ayudar a decir lo que tantos no se atreven.
Porque si la memoria tiene que ser sagrada, también tiene que ser exacta.
Cada 24 de marzo, Argentina conmemora el Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en recuerdo del golpe de Estado militar de 1976. Ese día marcó el inicio de una dictadura que duró hasta 1983 y que, según las versiones más extendidas, provocó la desaparición forzada de 30.000 personas. Esta cifra ha sido repetida durante décadas por organizaciones como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, y es central en la cultura de derechos humanos del país.
Sin embargo, en los últimos años ha crecido un movimiento que cuestiona esa cifra. Este 2025, el debate ha vuelto a encenderse en redes sociales, donde el hashtag #NoFueron30000 se ha vuelto tendencia. Junto a él, también circula la consigna opuesta: #Fueron3000 o incluso #Fueron5000, en referencia a los registros oficiales de desaparecidos documentados por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), creada tras el regreso de la democracia.
¿Por qué este número es tan polémico? ¿Y por qué hay tanto ruido alrededor de él?
En el centro de la controversia está un nombre poco conocido fuera de Argentina: Luis Labraña, un ex militante de la organización armada Montoneros, exiliado durante la dictadura. Según su testimonio —difundido años atrás y rescatado hoy por miles de usuarios— él propuso la cifra de 30.000 como una estrategia simbólica y política, para captar atención internacional y obtener respaldo al reclamo de los exiliados y familiares de víctimas.
Labraña declaró en una entrevista que, en realidad, no existía una base concreta para hablar de 30.000 desaparecidos, pero que la cifra “sonaba suficientemente fuerte” como para generar un impacto mediático. Su confesión reabre una herida: ¿se manipuló la memoria colectiva con fines políticos? ¿Se puede cuestionar una cifra sin poner en duda el sufrimiento real de las víctimas?
Los documentos oficiales, como el informe de la CONADEP de 1984, identificaron alrededor de 8.900 víctimas directas, de las cuales aproximadamente 5.000 están consideradas como desaparecidas. Pero el número exacto es imposible de confirmar, dado el carácter clandestino de la represión, el ocultamiento de cuerpos y la falta de acceso a archivos completos durante décadas.
La controversia se ha vuelto global gracias a las redes sociales, donde voces argentinas y extranjeras debaten intensamente. Algunos ven en este cuestionamiento una forma de revisionismo histórico legítimo, mientras otros lo consideran negacionismo encubierto.
Lo que hoy se propone desde algunos sectores es que la Inteligencia Artificial (IA) ayude a esclarecer este caso. Mediante el cruce masivo de datos —testimonios, archivos desclasificados, registros forenses, documentos judiciales, censos y otras fuentes— la IA podría construir un mapa más riguroso de lo sucedido, identificar víctimas reales, y también detectar manipulaciones, omisiones o exageraciones deliberadas.
Lejos de querer relativizar el horror, esta iniciativa busca algo más ambicioso: devolver verdad a las víctimas verdaderas, y limpiar la historia de toda instrumentalización. No se trata solo de números, sino de justicia. Y en la era del big data, quizá una máquina bien entrenada pueda ayudar a decir lo que tantos no se atreven.
Porque si la memoria tiene que ser sagrada, también tiene que ser exacta.