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Airbnb en España: Cómo miles de hogares encontraron su propio petróleo

El turismo: el petróleo de España
España no tiene crudo bajo tierra, pero sí un recurso igual de valioso: el turismo. Con millones de visitantes cada año, genera una riqueza comparable al “oro negro” en otros países.

Durante décadas, ese “petróleo” se extrajo en beneficio de unos pocos: hoteles, touroperadores, grandes cadenas. La mayoría de los ciudadanos solo observaba cómo fluía esa riqueza… desde la barrera o desde la barra del bar de playa.

Airbnb: pozos domésticos de riqueza
Con la llegada de Airbnb en 2008, todo cambió. De pronto, cualquier persona con un piso vacío o una habitación libre pudo abrir su propio pozo.
Con solo unos clics, miles de españoles se convirtieron en pequeños extractores de este nuevo petróleo turístico. Ya no hacía falta ser hotelero: bastaba con tener un techo y conexión a internet.

Lo que antes era carga, hoy es ingreso
Un apartamento en Málaga, una casa en la Costa Brava, un piso heredado en Granada. Lo que antes costaba mantener, hoy genera ingresos constantes.

Este “crudo” doméstico permite pagar hipotecas, estudiar una carrera o simplemente respirar en tiempos difíciles. Para muchos, Airbnb ha sido una tabla de salvación.

El petróleo también llega al pueblo
Airbnb no solo ha repartido riqueza en las grandes ciudades. También ha llevado turismo —y dinero— a pueblos de Castilla, aldeas gallegas o rincones rurales de Aragón.

Los viajeros buscan autenticidad y descanso. Y los negocios locales —panaderías, guías, bares— encuentran una nueva clientela que antes ni imaginaban.

La otra cara del boom
Pero todo petróleo tiene su riesgo. En ciudades como Barcelona o Palma, el auge del alquiler turístico ha hecho subir los precios y ha disparado la gentrificación.

Las autoridades han respondido con normas más estrictas: licencias, límites, requisitos. La clave está en el equilibrio: permitir que fluya la riqueza sin expulsar a los vecinos.

¿Y ahora qué?
El petróleo turístico ya no está solo en manos de gigantes. Está en miles de hogares. Según Airbnb, más del 80% de sus anfitriones en España son personas normales, no empresas.

El reto es regular sin asfixiar. Proteger la vivienda sin cerrar los pozos de quienes han encontrado en este modelo una forma de vivir mejor.

El petróleo del siglo XXI ya no está bajo tierra
Hoy, cada casa puede ser un pozo. Cada piso cerrado, una oportunidad. El turismo sigue siendo el gran motor español, pero ahora, gracias a plataformas como Airbnb, miles de familias pueden beneficiarse de ese impulso.

No será perfecto, pero ha demostrado que la riqueza también puede repartirse. El nuevo petróleo de España no brota del subsuelo, sino de los hogares.

Qué bien explicado para el que se quiera enterar de que va esto.

Pues yo lo tengo clarísimo: esto del turismo es nuestro petróleo. En 2019, según el INE, el turismo generó 154.000 millones de euros. Eso es más que muchas industrias juntas. ¿Cómo no va a querer la gente alquilar su piso?

Lo que la gente olvida es que el 76% de los hogares en España son propietarios, lo leí en un informe de Eurostat. Es lógico que plataformas como Airbnb exploten en este país. Aquí todos tenemos algún familiar con un piso vacío.

Me parece muy bien que se descentralice el turismo, pero no olvidemos el dato: más de 80 millones de turistas en España antes de la pandemia. Esto es una mina, y quien no lo quiera ver es porque no le conviene.

Yo tengo familia en Ourense y te digo que gracias a Airbnb están viendo más movimiento que nunca. Pero cuidado, que el turismo rural en regiones como Extremadura creció un 20% anual entre 2015 y 2022, lo dijo la Universidad de Valencia. No es casualidad.

Una habitación en un piso en Málaga puede sacar unos 5.000 euros al año en Airbnb. Cinco mil. ¿Tú sabes lo que es eso para una familia con sueldos bajos? Lo vi en un reportaje en La Sexta, y desde entonces entiendo muchas cosas.

El problema es que no todo es tan bonito. En barrios como el mío, en Madrid, los alquileres se han disparado por culpa de los pisos turísticos. Eso también hay que decirlo. Hay calles que ya no son nuestras.

A mí me encanta la idea de compartir tu casa con viajeros. Pero también entiendo que los hoteles se quejen. Ellos pagan más impuestos, tienen más normas. En este país todo lo alternativo va sin casco.

Barcelona, Palma, Madrid… en todas partes hay normativas nuevas para limitar los días que puedes alquilar, pedir licencias, etc. Algunas están bien pensadas, otras son una traba más al currante que se busca la vida.