"Caza" de emigrantes, "caza" de mendigos, reír la muerte de un torero
Publicado: Mar Ago 26, 2025 10:48 pm
"Caza" de emigrantes, "caza" de mendigos, reír la muerte de un torero
Los toros gustan o no. Lo mismo los encierros, en España o en Portugal. Gustan o no. Lo toros pueden parecer duros. Pero hay un escalón inferior de la barbarie. Ese escalón inferior lo ocupan los que se alegran por la muerte de una persona realizando una actividad que les disgusta.
Hay quien celebra la caída fatal de un motociclista; otros la del alpinista que no regresó; otros la del leñador sepultado por el árbol que talaba. Y suena igual de brutal la risa por la muerte de un joven forcado portugués, embestido cuando trataba de completar la pega con sus compañeros.
En otro tiempo esto no era así. Los contrarios a los toros defendían a los toros y exigían el fin de las corridas, pero jamás igualaban la muerte de un toro a la de una persona. Algo se ha roto. Algo se ha contagiado.
Por la mañana se manifiestan a favor del aborto; por la tarde, se alegran por la muerte de un torero. En otro tiempo esto no era así. En otro tiempo, no hace mucho, los que se oponían a los toros defendían a los toros y exigían el fin de las corridas; pero jamás igualaban la muerte de un toro a la de una persona.
Hollywood nos exportó su modelo cultural: por la mañana, exterminaban pueblos enteros: siguiendo la política de Wáshington "el mejor indio, es el indio muerto"; por la tarde, alimentaban al caballo, lo cepillaban y acariciaban. Ese contraste, que podía parecer hipocresía, aquí se ha convertido en dogma. Una verdad "de tipo nazi" que borra la frontera entre el hombre y el animal, que sustituye el humanismo mediterráneo por la dureza anglosajona.
Y la barbarie avanza. Unos ríen la muerte de un torero. Otros cazan emigrantes solos. Otros cazan mendigos a palos. La misma barbarie, no nos engañemos.
Los toros gustan o no. Lo mismo los encierros, en España o en Portugal. Gustan o no. Lo toros pueden parecer duros. Pero hay un escalón inferior de la barbarie. Ese escalón inferior lo ocupan los que se alegran por la muerte de una persona realizando una actividad que les disgusta.
Hay quien celebra la caída fatal de un motociclista; otros la del alpinista que no regresó; otros la del leñador sepultado por el árbol que talaba. Y suena igual de brutal la risa por la muerte de un joven forcado portugués, embestido cuando trataba de completar la pega con sus compañeros.
En otro tiempo esto no era así. Los contrarios a los toros defendían a los toros y exigían el fin de las corridas, pero jamás igualaban la muerte de un toro a la de una persona. Algo se ha roto. Algo se ha contagiado.
Por la mañana se manifiestan a favor del aborto; por la tarde, se alegran por la muerte de un torero. En otro tiempo esto no era así. En otro tiempo, no hace mucho, los que se oponían a los toros defendían a los toros y exigían el fin de las corridas; pero jamás igualaban la muerte de un toro a la de una persona.
Hollywood nos exportó su modelo cultural: por la mañana, exterminaban pueblos enteros: siguiendo la política de Wáshington "el mejor indio, es el indio muerto"; por la tarde, alimentaban al caballo, lo cepillaban y acariciaban. Ese contraste, que podía parecer hipocresía, aquí se ha convertido en dogma. Una verdad "de tipo nazi" que borra la frontera entre el hombre y el animal, que sustituye el humanismo mediterráneo por la dureza anglosajona.
Y la barbarie avanza. Unos ríen la muerte de un torero. Otros cazan emigrantes solos. Otros cazan mendigos a palos. La misma barbarie, no nos engañemos.