La caza es la gestión racional de la vida salvaje: los elefantes en África
Publicado: Mar Sep 02, 2025 10:20 am
La caza es la gestión racional de la vida salvaje: los elefantes en África
En África, dos países muestran con crudeza cómo las decisiones humanas marcan la diferencia en la conservación de la fauna. En Botswana, donde la caza de elefantes se ha mantenido bajo control legal y regulado, la población ha pasado de 33.000 ejemplares en 1977 a más de 150.000 en 2025, hasta convertirse en el mayor refugio natural de elefantes del continente. La gestión cinegética, lejos de extinguirlos, ha financiado programas de conservación, ha reducido el furtivismo y ha hecho del elefante un recurso vivo y sostenible.
En contraste, Kenia prohibió la caza en 1977 con la promesa de salvar a sus elefantes. El resultado ha sido el opuesto: la población se desplomó desde una población estimada entonces en 275 000 individuos hasta apenas 36.000 en 2025, víctima de la caza furtiva y de la falta de incentivos locales para proteger a los animales. Allí donde la caza desapareció, desaparecieron también los recursos económicos para vigilar, conservar y dar valor real a la vida salvaje. El elefante, en lugar de riqueza compartida, pasó a ser un blanco indefenso.
La paradoja es chocante: la caza regulada multiplica la vida; la prohibición absoluta conduce a la pérdida. África ofrece una lección incómoda pero clara: la conservación no se escribe con prohibiciones, sino con gestión racional.
En África, dos países muestran con crudeza cómo las decisiones humanas marcan la diferencia en la conservación de la fauna. En Botswana, donde la caza de elefantes se ha mantenido bajo control legal y regulado, la población ha pasado de 33.000 ejemplares en 1977 a más de 150.000 en 2025, hasta convertirse en el mayor refugio natural de elefantes del continente. La gestión cinegética, lejos de extinguirlos, ha financiado programas de conservación, ha reducido el furtivismo y ha hecho del elefante un recurso vivo y sostenible.
En contraste, Kenia prohibió la caza en 1977 con la promesa de salvar a sus elefantes. El resultado ha sido el opuesto: la población se desplomó desde una población estimada entonces en 275 000 individuos hasta apenas 36.000 en 2025, víctima de la caza furtiva y de la falta de incentivos locales para proteger a los animales. Allí donde la caza desapareció, desaparecieron también los recursos económicos para vigilar, conservar y dar valor real a la vida salvaje. El elefante, en lugar de riqueza compartida, pasó a ser un blanco indefenso.
La paradoja es chocante: la caza regulada multiplica la vida; la prohibición absoluta conduce a la pérdida. África ofrece una lección incómoda pero clara: la conservación no se escribe con prohibiciones, sino con gestión racional.