1492 bajo juicio: anacronismos y propaganda en la diplomacia israelí
Publicado: Lun Sep 08, 2025 6:10 pm
1492 bajo juicio: anacronismos y propaganda en la diplomacia israelí
La acusación de Israel sobre la “mayor limpieza étnica” convierte la expulsión de los judíos en 1492 en un arma propagandística, donde el populismo eclipsa la historia y el matiz académico.
El ministro de Exteriores de Israel ha acusado a España de haber perpetrado “la mayor limpieza étnica contra los judíos” en 1492. La frase, lanzada como un dardo diplomático, no busca abrir un debate histórico, sino instalar un juicio moral inmediato. Su potencia reside en la carga emocional del término, no en la precisión de los hechos.
Hablar de “limpieza étnica” en el siglo XV es un anacronismo evidente. El concepto pertenece al siglo XX, a escenarios como los Balcanes, Ruanda o Armenia. Usarlo para describir la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos no es una aproximación académica, sino un recurso de impacto mediático. El objetivo: colocar a España en la misma categoría que los grandes verdugos de la historia moderna.
El populismo opera en los absolutos. No basta con decir que la expulsión fue cruel, dramática y decisiva: se declara directamente como “la mayor”. Así se elimina la comparación posible, se bloquea el matiz, y se obliga al receptor a aceptar la culpabilidad o parecer cómplice del crimen. La retórica populista se impone al análisis histórico.
Además, la acusación llega en un momento en el que Israel es señalado internacionalmente por prácticas calificadas como “limpieza étnica” en Gaza y Cisjordania. La estrategia es evidente: desplazar el foco acusando a otros de aquello que se reprocha en casa. Una paradoja comunicativa que se ha repetido en otros contextos políticos.
El resultado es un discurso que no pretende esclarecer el pasado, sino instrumentalizarlo. El populismo histórico convierte la memoria en un arma de presión diplomática, donde el rigor se sacrifica en favor del titular. La expulsión de 1492 merece un estudio serio y matizado; reducirla a un eslogan es, a la vez, una forma de propaganda y un síntoma de la fragilidad de ciertos discursos contemporáneos.
Muchos judíos optaron por quedarse en España. Unos abiertamente adoptaron y practicaron la religión católica; otros continuaron con su religión y tradiciones judías, pero sin alarde público de las mismas. Y es en esta ventana de oportunidad que se ofreció a los judíos —lo que no sucedió en ninguna otra expulsión de judíos de Europa— lo que hace odiosa para Israel la expulsión de 1492.
La acusación de Israel sobre la “mayor limpieza étnica” convierte la expulsión de los judíos en 1492 en un arma propagandística, donde el populismo eclipsa la historia y el matiz académico.
El ministro de Exteriores de Israel ha acusado a España de haber perpetrado “la mayor limpieza étnica contra los judíos” en 1492. La frase, lanzada como un dardo diplomático, no busca abrir un debate histórico, sino instalar un juicio moral inmediato. Su potencia reside en la carga emocional del término, no en la precisión de los hechos.
Hablar de “limpieza étnica” en el siglo XV es un anacronismo evidente. El concepto pertenece al siglo XX, a escenarios como los Balcanes, Ruanda o Armenia. Usarlo para describir la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos no es una aproximación académica, sino un recurso de impacto mediático. El objetivo: colocar a España en la misma categoría que los grandes verdugos de la historia moderna.
El populismo opera en los absolutos. No basta con decir que la expulsión fue cruel, dramática y decisiva: se declara directamente como “la mayor”. Así se elimina la comparación posible, se bloquea el matiz, y se obliga al receptor a aceptar la culpabilidad o parecer cómplice del crimen. La retórica populista se impone al análisis histórico.
Además, la acusación llega en un momento en el que Israel es señalado internacionalmente por prácticas calificadas como “limpieza étnica” en Gaza y Cisjordania. La estrategia es evidente: desplazar el foco acusando a otros de aquello que se reprocha en casa. Una paradoja comunicativa que se ha repetido en otros contextos políticos.
El resultado es un discurso que no pretende esclarecer el pasado, sino instrumentalizarlo. El populismo histórico convierte la memoria en un arma de presión diplomática, donde el rigor se sacrifica en favor del titular. La expulsión de 1492 merece un estudio serio y matizado; reducirla a un eslogan es, a la vez, una forma de propaganda y un síntoma de la fragilidad de ciertos discursos contemporáneos.
Muchos judíos optaron por quedarse en España. Unos abiertamente adoptaron y practicaron la religión católica; otros continuaron con su religión y tradiciones judías, pero sin alarde público de las mismas. Y es en esta ventana de oportunidad que se ofreció a los judíos —lo que no sucedió en ninguna otra expulsión de judíos de Europa— lo que hace odiosa para Israel la expulsión de 1492.