Roca Rey celebra diez años de alternativa a hombros en una tarde de entrega y autoridad en Acho
Publicado: Mar Nov 04, 2025 12:06 pm
Roca Rey celebra diez años de alternativa a hombros en una tarde de entrega y autoridad en Acho
El coso limeño de Acho vivió una jornada histórica con motivo de los diez años de alternativa de Andrés Roca Rey, que decidió conmemorar la efeméride toreando como único espada ante un lleno absoluto. La expectación era enorme, y el público peruano respondió con fervor a una tarde en la que el torero volvió a demostrar que su figura trasciende fronteras.
El paseíllo, en solitario, marcó el tono de la cita: respeto, emoción y compromiso. Roca Rey, vestido de blanco y plata, dedicó la tarde a su afición y rindió homenaje a sus raíces. Desde el primer toro dejó claro que iba a por todo, imponiendo su temple y su personalidad incluso ante un lote desigual en bravura y presentación.
El segundo toro, de buen son y nobleza, permitió los pasajes más inspirados de la tarde. El peruano hilvanó una faena intensa y de gran conexión con los tendidos, iniciada de rodillas y rematada con una estocada de entrega total que le valió las dos primeras orejas. La plaza estalló de entusiasmo y el triunfo empezó a tomar forma.
Con el cuarto, más áspero y deslucido, Roca Rey volvió a tirar de oficio. Extrajo lo que el animal tenía y firmó una labor de dominio y serenidad. La oreja concedida fue más que un trofeo: una demostración de que también sabe mandar en la dificultad.
El quinto, el más emotivo, fue brindado a su hermano Fernando Roca Rey, también torero. Con él llegó el momento más sentido de la tarde: muletazos por ambos pitones, cercanías escalofriantes y un toreo de hondura que encendió de nuevo la plaza. Una oreja más cerró la cuenta y le aseguró la salida a hombros por la puerta grande.
No fue una tarde cómoda. Hubo toros que se vinieron abajo, otros que se defendieron, y un sobrero que apenas dio opciones. Pero en cada uno, Roca Rey impuso su jerarquía. La plaza lo reconoció coreando su nombre cuando el reloj marcaba el final de su última faena.
Diez años después de su alternativa, el torero limeño confirmó en su propia tierra que su lugar en la cúspide del toreo no es fruto de la casualidad, sino del coraje, la disciplina y la pasión. Su salida a hombros en Acho no fue solo un triunfo artístico, sino una afirmación de identidad y pertenencia.
La celebración tuvo también un aire de renovación: Roca Rey anunció el inicio de una nueva etapa profesional, con cambio de apoderado y la intención de afrontar los próximos años con la misma libertad y ambición que lo han definido hasta hoy.
En el ruedo, entre pañuelos, aplausos y lágrimas, quedó grabada la imagen de un torero que no solo conmemoró una década, sino que abrió otra, dispuesto a seguir escribiendo su historia desde la grandeza.
El coso limeño de Acho vivió una jornada histórica con motivo de los diez años de alternativa de Andrés Roca Rey, que decidió conmemorar la efeméride toreando como único espada ante un lleno absoluto. La expectación era enorme, y el público peruano respondió con fervor a una tarde en la que el torero volvió a demostrar que su figura trasciende fronteras.
El paseíllo, en solitario, marcó el tono de la cita: respeto, emoción y compromiso. Roca Rey, vestido de blanco y plata, dedicó la tarde a su afición y rindió homenaje a sus raíces. Desde el primer toro dejó claro que iba a por todo, imponiendo su temple y su personalidad incluso ante un lote desigual en bravura y presentación.
El segundo toro, de buen son y nobleza, permitió los pasajes más inspirados de la tarde. El peruano hilvanó una faena intensa y de gran conexión con los tendidos, iniciada de rodillas y rematada con una estocada de entrega total que le valió las dos primeras orejas. La plaza estalló de entusiasmo y el triunfo empezó a tomar forma.
Con el cuarto, más áspero y deslucido, Roca Rey volvió a tirar de oficio. Extrajo lo que el animal tenía y firmó una labor de dominio y serenidad. La oreja concedida fue más que un trofeo: una demostración de que también sabe mandar en la dificultad.
El quinto, el más emotivo, fue brindado a su hermano Fernando Roca Rey, también torero. Con él llegó el momento más sentido de la tarde: muletazos por ambos pitones, cercanías escalofriantes y un toreo de hondura que encendió de nuevo la plaza. Una oreja más cerró la cuenta y le aseguró la salida a hombros por la puerta grande.
No fue una tarde cómoda. Hubo toros que se vinieron abajo, otros que se defendieron, y un sobrero que apenas dio opciones. Pero en cada uno, Roca Rey impuso su jerarquía. La plaza lo reconoció coreando su nombre cuando el reloj marcaba el final de su última faena.
Diez años después de su alternativa, el torero limeño confirmó en su propia tierra que su lugar en la cúspide del toreo no es fruto de la casualidad, sino del coraje, la disciplina y la pasión. Su salida a hombros en Acho no fue solo un triunfo artístico, sino una afirmación de identidad y pertenencia.
La celebración tuvo también un aire de renovación: Roca Rey anunció el inicio de una nueva etapa profesional, con cambio de apoderado y la intención de afrontar los próximos años con la misma libertad y ambición que lo han definido hasta hoy.
En el ruedo, entre pañuelos, aplausos y lágrimas, quedó grabada la imagen de un torero que no solo conmemoró una década, sino que abrió otra, dispuesto a seguir escribiendo su historia desde la grandeza.