Talavante, el rey del indulto mexicano: cuatro perdones en tres plazas de leyenda
Publicado: Mar Dic 02, 2025 10:28 am
Talavante, el rey del indulto mexicano: cuatro perdones en tres plazas de leyenda
México ya tiene un nombre grabado con letras de oro en su historia taurina reciente: Alejandro Talavante. El extremeño ha conseguido algo que parecía imposible en la era moderna: cuatro indultos en plazas de primera categoría, todos en suelo mexicano. Cuatro toros que, en lugar de morir en el ruedo, se fueron vivos a la dehesa con el pañuelo naranja ondeando como bandera de rendición del público y del propio destino.
El idilio empezó en Aguascalientes, esa catedral que siempre ha sido su talismán. Allí firmó tres obras maestras:
2011 – “Niño Bonito” de Begoña: el toro que abrió la cuenta y demostró que Talavante había llegado a México para quedarse.
2012 – “Santanito”, también de Begoña: un año después, el extremeño repitió proeza con otro Baillères. Dos indultos seguidos en la misma plaza… algo que no se recordaba.
2025 – “Centinela” de San Miguel de Mimiahuápam: trece años después de su primer perdón, Talavante volvió a Aguascalientes y cerró el círculo con un tercero. El público, puesto en pie, llorando de emoción. El toro, bravo hasta decir basta, se marchó con la vida y con la gloria.
Y luego llegó el cuarto, el que nadie esperaba tan pronto. El 23 de noviembre de 2025, en la bellísima plaza de Juriquilla (Querétaro), Talavante se encontró con “Mi Compa”, un toro negro mulato, perfecto de lámina, de la ganadería de Xajay. Lo que vino después fue toreo en estado puro: naturales eternos, trincherazos que rozaban el suelo, una faena tan honda que el reloj dejó de existir. Cuando sonó la música y el presidente sacó el pañuelo naranja, la plaza estalló. Cuarto indulto. Récord absoluto en México para un torero extranjero en tan poco tiempo.
México ya tiene un nombre grabado con letras de oro en su historia taurina reciente: Alejandro Talavante. El extremeño ha conseguido algo que parecía imposible en la era moderna: cuatro indultos en plazas de primera categoría, todos en suelo mexicano. Cuatro toros que, en lugar de morir en el ruedo, se fueron vivos a la dehesa con el pañuelo naranja ondeando como bandera de rendición del público y del propio destino.
El idilio empezó en Aguascalientes, esa catedral que siempre ha sido su talismán. Allí firmó tres obras maestras:
2011 – “Niño Bonito” de Begoña: el toro que abrió la cuenta y demostró que Talavante había llegado a México para quedarse.
2012 – “Santanito”, también de Begoña: un año después, el extremeño repitió proeza con otro Baillères. Dos indultos seguidos en la misma plaza… algo que no se recordaba.
2025 – “Centinela” de San Miguel de Mimiahuápam: trece años después de su primer perdón, Talavante volvió a Aguascalientes y cerró el círculo con un tercero. El público, puesto en pie, llorando de emoción. El toro, bravo hasta decir basta, se marchó con la vida y con la gloria.
Y luego llegó el cuarto, el que nadie esperaba tan pronto. El 23 de noviembre de 2025, en la bellísima plaza de Juriquilla (Querétaro), Talavante se encontró con “Mi Compa”, un toro negro mulato, perfecto de lámina, de la ganadería de Xajay. Lo que vino después fue toreo en estado puro: naturales eternos, trincherazos que rozaban el suelo, una faena tan honda que el reloj dejó de existir. Cuando sonó la música y el presidente sacó el pañuelo naranja, la plaza estalló. Cuarto indulto. Récord absoluto en México para un torero extranjero en tan poco tiempo.