Castrar mascotas no es amor: es una muerte lenta, más cruel que la del toro en la corrida
Publicado: Jue Dic 04, 2025 12:09 am
Castrar mascotas no es amor: es una muerte lenta, más cruel que la del toro en la corrida
La imagen más repetida en la veterinaria moderna es la de un animal sano tumbado en una mesa quirúrgica. No tiene fiebre, ni un tumor, ni un hueso roto: está ahí para que le extirpen aquello que lo hace completo. La serenidad con la que aceptamos esa escena revela hasta qué punto hemos confundido comodidad humana con bienestar animal.
Castrar o esterilizar “por sistema” se ha vuelto un reflejo automático, un acto casi burocrático revestido de responsabilidad moral. Pero lo que ocurre bajo las luces frías del quirófano no es un trámite: es una mutilación irreversible sobre un cuerpo que funcionaba perfectamente. Un corte que apaga hormonas, instintos y futuros posibles.
Lo llamamos prevención, pero en realidad suele ser renuncia. Renuncia del propietario a educar, a convivir, a asumir que un ser vivo tiene su propia naturaleza. Convertimos la biología del animal en un problema y su integridad en una concesión prescindible. Todo para simplificar una relación que debería basarse en respeto, no en bisturí.
Las fotografías lo muestran sin metáforas: cuerpos abiertos, tejidos expuestos, órganos arrojados a una bandeja. Resulta extraño hablar de bienestar mientras exhibimos cicatrices. Más extraño aún defender la sensibilidad de los animales y, al mismo tiempo, negarles el derecho a conservar lo que la naturaleza les dio.
Ha llegado el momento de mirar esas imágenes sin el relato que las suaviza. De preguntarnos si mutilar a un animal sano para evitar inconvenientes humanos es realmente un acto de amor. O si, por el contrario, estamos llamando cuidado a lo que no es más que una comodidad elevada a dogma.
Castrar o esterilizar “por sistema” se ha vuelto un reflejo automático, un acto casi burocrático revestido de responsabilidad moral. Pero lo que ocurre bajo las luces frías del quirófano no es un trámite: es una mutilación irreversible sobre un cuerpo que funcionaba perfectamente. Un corte que apaga hormonas, instintos y futuros posibles.
Lo llamamos prevención, pero en realidad suele ser renuncia. Renuncia del propietario a educar, a convivir, a asumir que un ser vivo tiene su propia naturaleza. Convertimos la biología del animal en un problema y su integridad en una concesión prescindible. Todo para simplificar una relación que debería basarse en respeto, no en bisturí.
Las fotografías lo muestran sin metáforas: cuerpos abiertos, tejidos expuestos, órganos arrojados a una bandeja. Resulta extraño hablar de bienestar mientras exhibimos cicatrices. Más extraño aún defender la sensibilidad de los animales y, al mismo tiempo, negarles el derecho a conservar lo que la naturaleza les dio.
Ha llegado el momento de mirar esas imágenes sin el relato que las suaviza. De preguntarnos si mutilar a un animal sano para evitar inconvenientes humanos es realmente un acto de amor. O si, por el contrario, estamos llamando cuidado a lo que no es más que una comodidad elevada a dogma.