Foros Toreros

Combate entre el león Regarder y el toro bravo "Caminero" en Madrid

Llevo un tiempo leyendo sobre un espectáculo muy singular celebrado en Madrid en 1894: la famosa lucha entre un león y un toro. No he consultado fuentes originales, pero lo que he podido reunir coincide en que aquello causó una mezcla de fascinación y escándalo.

El cartel anunciaba una gran novedad y la antigua plaza de la Carretera de Aragón se llenó desde primeras horas. El león se llamaba Regarde y el toro, Caminero, pertenecía a la acreditada ganadería de Esteban Hernández. Todo estaba promovido por Félix Malleu, domador de fieras y empresario conocido por espectáculos más cercanos al circo que a la tauromaquia.

Las descripciones que circulan dicen que el león salió inquieto y que Caminero lo hizo con la seriedad del toro bravo. Regarde llegó a saltarle al lomo, pero el combate fue breve: varias embestidas del toro lo dejaron herido de gravedad y el felino murió días después. Muchos espectadores sintieron que la pelea había durado menos de lo esperado y que la superioridad del toro había sido demasiado evidente.

Las críticas no tardaron. Taurinos puristas reprocharon que aquello no tenía relación con la lidia, y los primeros grupos protectores de animales denunciaron la brutalidad del espectáculo. También hubo quien afirmó que el león estaba viejo o domesticado, lo que alimentó la idea de que el evento había sido más un número circense que un verdadero combate.

Con el tiempo, esta función quedó como ejemplo de los excesos de una época que buscaba lo exótico sin medir consecuencias. Hoy, el cartel es casi una pieza histórica que recuerda un Madrid capaz de llenar una plaza para presenciar un choque que, visto desde ahora, parece inconcebible.

Un 9 de diciembre, sin comodidades en la plaza, con entradas caras, de 2 a 10 pesetas, y metieron a 10.000 personas. Y cabe recordar que este era un espectáculo muy extendido en todo el mundo.

A mí lo que siempre me ha llamado la atención es que aquello pasó un 9 de diciembre de 1894, en plena helada madrileña. Uno pensaría que un día así no llena ni una novillada, pero se ve que la morbosidad tira más que el clima.

No se olvide nadie del detalle: entre ocho y diez mil personas metidas en la plaza. Para un espectáculo tan raro, y encima fuera de temporada, eso ya dice mucho de lo que buscaba el público: lo exótico, lo que no podían ver en ningún otro sitio.

Y pagar, pagaron bien. Las entradas iban de 2 a 10 pesetas, que no era poco. Algunos debieron salir con la sensación de que habían puesto el dinero en una quiniela perdida, porque la pelea duró mucho menos de lo que insinuaba el cartel.

Hablando de tiempos, la pelea no llegó ni a la media hora. Veinte o treinta minutos y gracias. Una corrida mediocre dura más, así que imagínate el bajón cuando aquello se resolvió tan deprisa.

Y ojo a esto: cuentan que el toro le metió doce embestidas al león. Doce. Eso no fue una lucha, fue una barrida. Duro para el público que buscaba algo equilibrado, pero más duro aún para el pobre animal.

El toro, por cierto, no era ninguna joya elegida para la gloria. Era cuatreño y encima desecho de tienta. O sea, que ni los ganaderos lo querían para una corrida de verdad. Pero para el cartel sonaba mejor “cinco años”.