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La caída de Kabul ha dejado al descubierto la ferocidad ya conocida de los talibanes, y la debilidad de la democracia si no se defiende con más fuerza de la que es atacada.

La caída de Afganistán llevará el horror hasta el último rincón de ese país; y sus víctimas primeras serán mujeres y niñas. La defensa de estas víctimas exige responder con una fuerza superior a la fuerza bruta que ataca. Si el que ataca grita #SíALaGuerra ¿cuál debe ser la respuesta para defender a las mujeres y a las niñas?

El llamado "céntimo sanitario" lo cargaban los políticos en los combustibles y decían que era para mejorar la sanidad. Los productos de belleza deberían llevar un impuesto mínimo y simbólico y que se utilice para combatir el extremismo en las mezquitas de Europa.

Las mujeres en política son poco activas, y para combatir el extremismo es necesario mucho dinero. Un impuesto especial para productos de belleza, masculina o femenina, destinado a combatir el talibanismo pero a nivel mundial.

No es mala idea. Ahora que piden reducir el IVA de los "productos femeninos" porque dicen que son más caros que los similares masculinos, que suban ese impuesto y la recaudación vaya para combatir el antifeminismo talibán.

No solo valen los discursos y nada vale el "burreo" de afirmar que las mujeres están igual en Kabul o en Madrid. Hay que poner, hay que hacer algo más para ayudar a los y a las refugiadas, y los recusos económicos son esenciales para rescatar a las mujeres afganas de la esclavitud.

En cuanto los talibanes se hagan con el control del país, aquello va a quedar aislado como un caserío vasco o o una masía catalana y harán y desharán a su antojo: la vida de las mujeres musulmanas vale cada vez menos. Si las mujeres del siglo XXI las abandonan, las mujeres afganas vivirán un infierno en vida.

Lo mismo que se hace un boicot contra las dictaduras, un impuesto sobre determinados productos para apoyar a las mujeres musulmanas perseguidas en todos los países del mundo no sería una mala idea.