caso de las tres enfermeras de Somiedo:
un hilo de tuiter:
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LAS TRES ENFERMERAS DE SOMIEDO MARTIRIZADAS POR EL SOCIALISTA GENARO ARIAS.
Abro hilo
Genaro Arias Herrero, conocido en la comarca por “El Patas”, tenía 34 años cuando asesinó a las tres enfermeras y todo un historial criminal, que le había convertido en el terror de su comarca. Había nacido en una aldea cerca de Cistierna (León), pero residía en
Villaseca de Laciana a poca distancia de Villablino (León), donde era el líder del socialismo de la zona, ya que había sido elegido presidente del sindicato minero de la @UGT y de la Casa del Pueblo del @PSOE de Villaseca de Laciana.
Desde que se proclamó la Segunda República en 1931, El Patas dirigió todas las huelgas y las manifestaciones revolucionarias de la comarca. Cuando los socialistas fueron derrotados en las urnas y dieron el golpe de Estado en 1934, que algunos llaman falsamente
Revolución de Asturias, Genaro Arias Herrrero asaltó la mina “Teófilo”. Y cuando estalló la Guerra Civil, concentró a un grupo de unos trescientos hombres, de los que se valió para realizar registros y saqueos en la zona de Villaseca de Laciana, robando animales, dinero
y pertenencias de los vecinos. El Patas asaltó las casas cuartel de la Guardia Civil y detuvo a los guardias civiles de Villaseca de Laciana, Caboalles de Abajo, Villablino y Murias de Paredes y a las mujeres de los guardias civiles se las llevó a la zona roja.
A una de las vecinas, llamada Trinidad Feito, el socialista Genaro Arias Herrero le manifestó que no se ganaría la guerra, hasta que no se matara a todas las personas de derechas. El Patas, incluso, trató de asesinar a la madre de Trinidad Feito, alegando como motivo que
cuatro de sus hijos luchaban en el ejército de Franco, crimen que el socialista no consiguió consumar, gracias a que los vecinos protegieron a aquella pobre mujer. Cuando llegaron las tropas de los nacionales a Villaseca de Laciana, el 10 de agosto de 1936,
El Patas huyó a Pola de Somiedo, donde se impuso como presidente del Comité revolucionario. En esta localidad asesinó a un guardia civil retirado, que ejercía como juez municipal, al secretario del juzgado y a otro vecino. Y aquello solo fue el principio de una serie de
asesinatos y robos cometidos por él en el Valle de Somiedo, donde sembró el terror. Tras el asalto del ejército rojo al hospital de Somiedo, acudió al lugar para participar en la masacre, asesinó por su propia mano al sacerdote y se hizo cargo de los prisioneros de aquella
avanzadilla del ejército nacional, entre las que se encontraban nuestras tres enfermeras de la Cruz Roja.
Estas tres mujeres son María Pilar Gullón, de 25 años; Octavia Iglesias, de 41; y Olga Pérez, que era la más joven con 19 años de edad. Las tres eran enfermeras de la
Cruz Roja. María Pilar, Octavia y Olga habían acudido voluntarias para atender a los enfermos del hospital. El 27 de octubre de 1936 comenzó su calvario, cuando los rojos asaltaron esa posición y arrasaron el hospital, rematando hasta matarlos a los heridos en sus camas
y haciendo prisioneras a las tres enfermeras.
De nada valieron las súplicas de los mandos militares, del médico y del sacerdote en favor de los heridos y de los convalecientes del hospital de Somiedo. Durante el asalto, a las tres enfermeras se les presentó la oportunidad
de huir y ponerse a salvo de sus captores, pero se negaron a abandonar a sus enfermos. Olga, la más joven de las tres pues tenía solo tenía 19 años recién cumplidos, fue alcanzada en una ceja por el roce de una bala y de la herida brotó la sangre, que tiño de rojo su
uniforme blanco. Al momento uno de sus pacientes le sugirió que dejase de atenderlos, para curarse ella misma, pero la enfermera le respondió: “¿Curarme? ¿Para qué? Ya es inútil; no hay tiempo. Vamos a morir y enseguida a resucitar entre los mártires del Señor. Nos separaremos
apenas unos instantes para reunirnos eternamente”.
Los que quedaron vivos del asalto del día 27 de octubre fueron hechos prisioneros y la mayoría llevados a Gijón. A las tres enfermeras, junto con dos falangistas de la guarnición, José Fernández Marvá y Salvador González,
les condujeron desde el hospital del puerto a Pola de Somiedo, distantes doce kilómetros, que recorrieron a pie. Durante el camino iban rodeadas por un grupo de milicianas que las blasfemaban y las insultaban. Entre estas milicianas estaban Lola Sierra, "número visible del
ejército rojo mujeril”; Evangelina, la secretaria, “con aberraciones intelectuales”; Milagros, “la valiente rematadora de moribundos” y Emilia Gómez, “un monstruo infernal de veinte años y degeneración humana hasta el fondo satánico de la materia”. Ellas formaban parte del
cortejo de los verdugos y con todos los recursos de la indecencia de sus palabras, de sus gestos y de sus manoseos excitaba todas las bajezas animales de los que iban a ser los depredadores sexuales de las tres enfermeras. Cuando llegaron a la Pola de Somiedo separaron
a los dos falangistas de las tres enfermeras y las hicieron subir ia una habitación de la checa, que era la anterior Casa del Pueblo del @PSOE. Y allí, en la Casa del Pueblo del PSOE, donde dicen los seguidores de Pablo Iglesias que se democratiza la cultura para ponerla
al servicio del pueblo, el socialista Genaro Arias Herrero, El Patas, les entregó a los suyos a aquellas tres mujeres, para someterlas al espantoso abuso de ellos durante toda una noche, antes de asesinarlas, a los que les dio la siguiente instrucción
con estas palabras textuales: “Que aquella noche podían quedarse con las enfermeras y hacer de ellas lo que mejor les pareciera”. El jefe de los socialistas trató de amortiguar los gritos de estas tres mujeres con el chirriar de una carreta de bueyes,
que hizo circular alrededor de la checa durante toda la noche. La carreta llevaba el cadáver de un sacerdote, que él mismo había asesinado unas horas antes.
Al día siguiente, cuando ya había salido el sol, El Patas sacó a las tres enfermeras de la checa, para fusilarlas.
Y las milicianas se echaron a suertes el gozo de matarlas. Y como discutían y no se ponían de acuerdo, una de ellas dijo:
—“A ver, que las señoritas escojan su propio verdugo, ¡Vamos, pichonas! ¿Quién mata a quién?”
Evangelina, Lola y Emilia se reparten la matanza.
Se sitúan a tres metros de sus blancos y cuando las milicianas van a encarar el arma, un sargento detiene la ejecución y propone indultarlas, si las enfermeras acceden a levantar el puño y gritar: ¡Viva Rusia! Pero como respuesta inmediata, 3 gritos al unísono suben al Cielo:
—¡Arriba España! ¡Viva Cristo Rey!
Su respuesta deja paralizados a los milicianos. María Pilar y Octavia rezaban con los ojos fijos en el cielo. Y Olga, quizás por ser la más joven, la más atrevida, les miró a todos fijamente y les dijo:
—¡Hasta para matar sois cobardes!
Entonces comenzaron a temblar las milicianas, y como no consiguían apuntar, tres milicianos se colocaron detrás de cada una de ellas, para sujetarles el arma y ayudarlas a apuntar con firmeza.
Dispararon y un miliciano dijo:
—Ya se acabaron las señoritas
Cuando se oyó:
—Falto yo.
Hubo un espasmo de terror y alarma entre el público. El capitán Sánchez se acercó a la moribunda, pistola en ristre diciendo:
—A ver ¿quién vive aquí?
A lo que Pilar respondió:
—¡Dios!
Y le dieron el tiro de gracia.
Estos son los 143 años de HONRADEZ del @PSOE. La verdadera Historia que el PSOE quiere esconder. Pero para eso estamos nosotros: para continuar con la #BatallaCultural.