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Domingo Valderrama, "El gran Valderrama"

Domingo Valderrama, nacido el 18 de febrero de 1971 en Utrera, Sevilla. Desde muy joven, Valderrama mostró interés por el mundo del toreo; su padre era fotógrafo taurino, y a edad muy temprana estaba sumergido en el mundo del toreo. Su formación como torero comenzó en los ruedos de Andalucía, primero aprendió solo, luego recibió consejos de toreros experimentados. Su debut con picadores, un hito crucial en la carrera de cualquier torero, tuvo lugar en La Maestranza de Sevilla, una de las plazas más emblemáticas de España, marcando el inicio de su ascenso en el escalafón taurino.

La carrera de Valderrama tomó un impulso significativo cuando, con apenas 17 años, se presentó como novillero en la misma plaza que lo vio debutar, consolidando su reputación como una promesa emergente en el mundo del toreo. Su valentía y técnica lo distinguieron en el circuito de novilladas, donde su habilidad para enfrentarse a toros de gran envergadura capturó la atención de aficionados y críticos por igual. La alternativa -negada en Sevilla-, el rito de paso que confirma a un novillero como matador de toros, le fue concedida en la ciudad francesa de Floirac el 4 de octubre de 1992, un reconocimiento a su destreza y el comienzo de su legado en las plazas de toros. Desde entonces, Domingo Valderrama ha dejado una huella indeleble en la tauromaquia, y en los aficionados. Hagamos una bio del Gran Valderrama, un toreo que aportó mucho más al mundo del toro de lo que, aparte de las cornadas se llevó con toda ley: honor como torero, y cariño y respeto de la afición.

Domingo Valderrama, aquel torero olvidado, pequeño de estatura pero con un corazón gigantesco. Aún recuerdo cuando Joaquín Vidal lo definió así. En el 93, en San Fermín, en Madrid... "El gran Valderrama".

Sí, empezó joven, con 17 años en La Maestranza. Aquella temporada fue mágica para él, hasta ocho tardes como novillero.

Pero qué rápido cambian las cosas, ¿verdad? De ser una promesa a enfrentarse a los desafíos de los torazos de Miura, transformándose en un gladiador.

Eso es. A pesar de los triunfos, los sustos y las grandes faenas, acabó cayendo en el olvido. ¿Cómo puede ser tan cruel el destino?

Y ahora, a sus 49, se gana la vida en las ganaderías. Aunque amargado por cómo lo trataron las empresas, su orgullo sigue siendo el respeto de la afición.

Mi mayor orgullo, el recuerdo de la afición; y mi dolor, el maltrato de las empresas", dijo él. Su historia es un recordatorio del lado oscuro del toreo.

Increíble cómo alguien con tanta pasión termina retirándose en una plaza portátil de un pueblo de Jaén, todo por el dinero. O, mejor dicho, la falta de él.

Y aún así, se mantuvo fiel a sus principios. No aceptar menos de lo que merecía, aunque eso significara el fin de su carrera en los ruedos.

Pero no todo fue oscuro. Recordemos sus triunfos, como aquel en Bilbao y en Las Ventas. Se convirtió en un especialista en el hierro de Miura.