Calamaro, muleta en mano
Publicado: Lun May 19, 2025 10:45 am
Calamaro, muleta en mano
La plaza de Cañaveralejo vivió una noche inesperada. Andrés Calamaro, en medio de su concierto, no solo interpretó canciones: levantó la voz en defensa de la tauromaquia y generó un terremoto cultural. Cuando dedicó una canción a toreros y ganaderos afectados por la prohibición de los festejos taurinos en Colombia, parte del público respondió con abucheos. Calamaro, desafiante, replicó: “Están cancelados, hasta nunca”, y se retiró momentáneamente del escenario.
El gesto, a medio camino entre el activismo y la rabia, dividió al auditorio. Unos lo ovacionaron, otros lo silbaron. Lo cierto es que volvió, terminó el recital y luego escribió: “Colombia es taurina como es musical. Es tradicional, cultura, trabajo y libertad. Eso no va a cambiar”. La frase dejó una estela de reflexión que supera el ruido.
Porque la pregunta no es solo si Calamaro estuvo bien o mal. La pregunta es: ¿tiene derecho un artista a defender una causa cultural en su concierto, incluso si molesta? ¿Qué ocurre cuando la cultura se legisla desde la presión y no desde la comprensión? En Cali, esas preguntas bajaron del ruedo al escenario. Y ardieron.
La plaza de Cañaveralejo vivió una noche inesperada. Andrés Calamaro, en medio de su concierto, no solo interpretó canciones: levantó la voz en defensa de la tauromaquia y generó un terremoto cultural. Cuando dedicó una canción a toreros y ganaderos afectados por la prohibición de los festejos taurinos en Colombia, parte del público respondió con abucheos. Calamaro, desafiante, replicó: “Están cancelados, hasta nunca”, y se retiró momentáneamente del escenario.
El gesto, a medio camino entre el activismo y la rabia, dividió al auditorio. Unos lo ovacionaron, otros lo silbaron. Lo cierto es que volvió, terminó el recital y luego escribió: “Colombia es taurina como es musical. Es tradicional, cultura, trabajo y libertad. Eso no va a cambiar”. La frase dejó una estela de reflexión que supera el ruido.
Porque la pregunta no es solo si Calamaro estuvo bien o mal. La pregunta es: ¿tiene derecho un artista a defender una causa cultural en su concierto, incluso si molesta? ¿Qué ocurre cuando la cultura se legisla desde la presión y no desde la comprensión? En Cali, esas preguntas bajaron del ruedo al escenario. Y ardieron.