Una jornada deportiva en Francia y sus conflictos religiosos
Publicado: Mié May 28, 2025 12:24 am
Una jornada deportiva en Francia y sus conflictos religiosos
Por la mañana, en un gimnasio de barrio en Toulouse, el calentamiento se detiene. Una entrenadora intenta entrar a la pista con un grupo mixto de adolescentes. Pero el responsable del club pide esperar: unas jóvenes deben terminar su sesión, y no desean coincidir con varones en el mismo espacio. La entrenadora —pelo recogido, silbato al cuello— frunce el ceño. No es la primera vez.
En este barrio periférico de la ciudad, el deporte ha dejado de ser un simple ejercicio físico. Ha pasado a ser un escenario de tensión entre la neutralidad republicana y ciertas exigencias religiosas, en particular del islamismo más rigorista. Lo que debería ser un espacio compartido se fragmenta en demandas de separación, vestimentas específicas, y rituales que escapan a la lógica del juego.
El partido que no fue
Al otro lado del país, en la localidad de Sète, un club de fútbol fue recientemente sancionado por negarse a crear una sección femenina. No era una cuestión de recursos, según los inspectores estatales, sino de convicción: en esa estructura no se aceptaba la idea de mujeres jugando al fútbol. El club —Sète Olympique Football Club— perdió el reconocimiento estatal en 2024. Sin ese “agrément”, ya no puede usar campos públicos ni recibir subvenciones. Oraciones en los vestuarios
Al mediodía, en Juvignac, una pequeña localidad cercana a Montpellier, los padres se arremolinan en la entrada de un complejo deportivo. Sus hijos compiten por un torneo local. Sin embargo, algo más ocurre entre bastidores. El club anfitrión, el Avenir Sportif Juvignac, fue disuelto hace pocos meses por decisión del prefecto.
¿La razón? Las oraciones colectivas, dirigidas por entrenadores, que se realizaban en los vestuarios antes de los partidos. También se documentaron publicaciones en redes sociales con jugadoras menores posando con velo islámico en las fotos oficiales. Las autoridades consideraron que el club había dejado de ser una simple entidad deportiva: se había convertido en una plataforma de expresión religiosa organizada.
El velo en la competición
En una cancha cubierta en Lyon, una joven árbitra de baloncesto se presenta con hiyab. Lo hace en un partido local. No hay problema. Pero si al día siguiente le llaman para arbitrar en un torneo nacional con la camiseta de Francia, deberá quitarse el velo. Lo mismo ocurre con jugadoras: en algunas federaciones está permitido; en otras, no.
La legislación francesa permite a las federaciones decidir sus normas. El resultado es un mosaico contradictorio: una joven puede jugar al fútbol con velo el sábado, pero no podrá hacerlo al día siguiente si la competición está organizada por otra federación. El mismo pantalón largo puede estar prohibido en un club y tolerado en otro. Esta falta de coherencia ha sido calificada por los expertos como “absurda” y “propicia para el avance del separatismo”.
Una piscina, una polémica
Por la tarde, en Grenoble, una joven madre intenta entrar con sus hijas a la piscina municipal. Viste burkini. Lo intenta con seguridad: el Ayuntamiento autorizó esa prenda en 2022, a nombre de la libertad religiosa. Pero poco después, el Consejo de Estado anuló la medida, por contravenir el principio de laicidad del servicio público. En Rennes, en cambio, el burkini sigue permitido. Un ejemplo más de la fractura nacional. Cuando el deporte se convierte en campo de batalla
El gobierno francés reconoce que la situación es preocupante. Un informe parlamentario reciente reveló que más de 500 clubes deportivos están afectados por conductas comunitaristas, y entre 25 y 130 estarían directamente inspirados por una visión islamista de la sociedad. Estas cifras aún son minoritarias en relación con los 160.000 clubes del país, pero las autoridades advierten que la tendencia crece.
“No es el islam. Es el islamismo. Una ideología que quiere construir una contra-sociedad sobre valores religiosos y en ruptura con los de la República”, declaró recientemente el ministro del Interior ante la Asamblea Nacional. Los servicios de inteligencia consideran el separatismo islamista una de las principales amenazas a la cohesión nacional, al mismo nivel que el narcotráfico.
Epílogo: el partido sigue
Al caer la noche, en un barrio de París, un grupo de jóvenes juega fútbol en una cancha abierta. Algunos visten pantalones largos y camisetas negras con mensajes religiosos. Otros se apartan discretamente para rezar en la banda antes de comenzar. Nadie interviene.
El deporte sigue siendo lo que siempre fue: una forma de socialización. Pero en muchas esquinas de Francia, ya no se trata solo de goles y canastas. También se juegan identidades, valores y el futuro de una sociedad que busca ser una y plural a la vez.
Por la mañana, en un gimnasio de barrio en Toulouse, el calentamiento se detiene. Una entrenadora intenta entrar a la pista con un grupo mixto de adolescentes. Pero el responsable del club pide esperar: unas jóvenes deben terminar su sesión, y no desean coincidir con varones en el mismo espacio. La entrenadora —pelo recogido, silbato al cuello— frunce el ceño. No es la primera vez.
En este barrio periférico de la ciudad, el deporte ha dejado de ser un simple ejercicio físico. Ha pasado a ser un escenario de tensión entre la neutralidad republicana y ciertas exigencias religiosas, en particular del islamismo más rigorista. Lo que debería ser un espacio compartido se fragmenta en demandas de separación, vestimentas específicas, y rituales que escapan a la lógica del juego.
El partido que no fue
Al otro lado del país, en la localidad de Sète, un club de fútbol fue recientemente sancionado por negarse a crear una sección femenina. No era una cuestión de recursos, según los inspectores estatales, sino de convicción: en esa estructura no se aceptaba la idea de mujeres jugando al fútbol. El club —Sète Olympique Football Club— perdió el reconocimiento estatal en 2024. Sin ese “agrément”, ya no puede usar campos públicos ni recibir subvenciones. Oraciones en los vestuarios
Al mediodía, en Juvignac, una pequeña localidad cercana a Montpellier, los padres se arremolinan en la entrada de un complejo deportivo. Sus hijos compiten por un torneo local. Sin embargo, algo más ocurre entre bastidores. El club anfitrión, el Avenir Sportif Juvignac, fue disuelto hace pocos meses por decisión del prefecto.
¿La razón? Las oraciones colectivas, dirigidas por entrenadores, que se realizaban en los vestuarios antes de los partidos. También se documentaron publicaciones en redes sociales con jugadoras menores posando con velo islámico en las fotos oficiales. Las autoridades consideraron que el club había dejado de ser una simple entidad deportiva: se había convertido en una plataforma de expresión religiosa organizada.
El velo en la competición
En una cancha cubierta en Lyon, una joven árbitra de baloncesto se presenta con hiyab. Lo hace en un partido local. No hay problema. Pero si al día siguiente le llaman para arbitrar en un torneo nacional con la camiseta de Francia, deberá quitarse el velo. Lo mismo ocurre con jugadoras: en algunas federaciones está permitido; en otras, no.
La legislación francesa permite a las federaciones decidir sus normas. El resultado es un mosaico contradictorio: una joven puede jugar al fútbol con velo el sábado, pero no podrá hacerlo al día siguiente si la competición está organizada por otra federación. El mismo pantalón largo puede estar prohibido en un club y tolerado en otro. Esta falta de coherencia ha sido calificada por los expertos como “absurda” y “propicia para el avance del separatismo”.
Una piscina, una polémica
Por la tarde, en Grenoble, una joven madre intenta entrar con sus hijas a la piscina municipal. Viste burkini. Lo intenta con seguridad: el Ayuntamiento autorizó esa prenda en 2022, a nombre de la libertad religiosa. Pero poco después, el Consejo de Estado anuló la medida, por contravenir el principio de laicidad del servicio público. En Rennes, en cambio, el burkini sigue permitido. Un ejemplo más de la fractura nacional. Cuando el deporte se convierte en campo de batalla
El gobierno francés reconoce que la situación es preocupante. Un informe parlamentario reciente reveló que más de 500 clubes deportivos están afectados por conductas comunitaristas, y entre 25 y 130 estarían directamente inspirados por una visión islamista de la sociedad. Estas cifras aún son minoritarias en relación con los 160.000 clubes del país, pero las autoridades advierten que la tendencia crece.
“No es el islam. Es el islamismo. Una ideología que quiere construir una contra-sociedad sobre valores religiosos y en ruptura con los de la República”, declaró recientemente el ministro del Interior ante la Asamblea Nacional. Los servicios de inteligencia consideran el separatismo islamista una de las principales amenazas a la cohesión nacional, al mismo nivel que el narcotráfico.
Epílogo: el partido sigue
Al caer la noche, en un barrio de París, un grupo de jóvenes juega fútbol en una cancha abierta. Algunos visten pantalones largos y camisetas negras con mensajes religiosos. Otros se apartan discretamente para rezar en la banda antes de comenzar. Nadie interviene.
El deporte sigue siendo lo que siempre fue: una forma de socialización. Pero en muchas esquinas de Francia, ya no se trata solo de goles y canastas. También se juegan identidades, valores y el futuro de una sociedad que busca ser una y plural a la vez.