Amposta no se rinde: un museo para la memoria taurina
Publicado: Mié Jul 16, 2025 6:54 am
Amposta no se rinde: un museo para la memoria taurina
Por fin, una inversión con sentido cultural y arraigo popular. El Ayuntamiento de Amposta ha anunciado la creación de un Centro de Interpretación de la Fiesta y Cultura de los Toros. La cifra: 850.000 euros. La reacción de los grupos animalistas no se ha hecho esperar, pero lo que merece ser celebrado no es su pataleta, sino la decisión política de preservar y dignificar un patrimonio inmaterial que lleva siglos enraizado en las Terres de l’Ebre.
En tiempos de crisis cultural, donde se impone la censura disfrazada de moralismo, iniciativas como esta son un acto de resistencia. El centro no se limitará a conservar objetos: pondrá en valor la historia, las tradiciones, la música, el lenguaje, los valores y la identidad de una comunidad que se reconoce en los correbous y en su relación ancestral con el toro. No se trata de fomentar el sufrimiento animal, como simplifican algunos, sino de entender el ritual, el simbolismo y el tejido humano que hay detrás.
Los 850.000 euros invertidos no son despilfarro, sino reparación simbólica. Durante años, la cultura taurina catalana ha sido silenciada, demonizada y reducida a estereotipos. Ahora, con esta apuesta, el Ayuntamiento no solo cumple con un deber de memoria histórica, sino que plantea una infraestructura cultural de largo recorrido: visitas escolares, divulgación antropológica, exposiciones temporales, cine etnográfico, rutas patrimoniales...
Los argumentos de AnimaNaturalis son predecibles y demagógicos. Equiparar esta inversión con un “acto de crueldad animal financiado con dinero público” es un tic doctrinario que desprecia al pueblo. Cuando se financia un museo de arte religioso, nadie habla de inquisición; cuando se rehabilita una iglesia románica, nadie grita contra la misoginia histórica del clero. Pero cuando se trata de la tauromaquia, saltan las alarmas, como si el mundo rural no tuviera derecho a defender su memoria.
Amposta se alza como ejemplo. No por sumarse a ninguna ideología, sino por reafirmar una identidad. Y eso es, precisamente, lo que molesta: que todavía existan alcaldes con coraje para decir “esto también forma parte de lo que somos”. El museo taurino será una realidad. Y lo será, no a pesar del siglo XXI, sino porque en el siglo XXI también caben las culturas que los urbanitas bienpensantes no entienden ni quieren comprender.
Por fin, una inversión con sentido cultural y arraigo popular. El Ayuntamiento de Amposta ha anunciado la creación de un Centro de Interpretación de la Fiesta y Cultura de los Toros. La cifra: 850.000 euros. La reacción de los grupos animalistas no se ha hecho esperar, pero lo que merece ser celebrado no es su pataleta, sino la decisión política de preservar y dignificar un patrimonio inmaterial que lleva siglos enraizado en las Terres de l’Ebre.
En tiempos de crisis cultural, donde se impone la censura disfrazada de moralismo, iniciativas como esta son un acto de resistencia. El centro no se limitará a conservar objetos: pondrá en valor la historia, las tradiciones, la música, el lenguaje, los valores y la identidad de una comunidad que se reconoce en los correbous y en su relación ancestral con el toro. No se trata de fomentar el sufrimiento animal, como simplifican algunos, sino de entender el ritual, el simbolismo y el tejido humano que hay detrás.
Los 850.000 euros invertidos no son despilfarro, sino reparación simbólica. Durante años, la cultura taurina catalana ha sido silenciada, demonizada y reducida a estereotipos. Ahora, con esta apuesta, el Ayuntamiento no solo cumple con un deber de memoria histórica, sino que plantea una infraestructura cultural de largo recorrido: visitas escolares, divulgación antropológica, exposiciones temporales, cine etnográfico, rutas patrimoniales...
Los argumentos de AnimaNaturalis son predecibles y demagógicos. Equiparar esta inversión con un “acto de crueldad animal financiado con dinero público” es un tic doctrinario que desprecia al pueblo. Cuando se financia un museo de arte religioso, nadie habla de inquisición; cuando se rehabilita una iglesia románica, nadie grita contra la misoginia histórica del clero. Pero cuando se trata de la tauromaquia, saltan las alarmas, como si el mundo rural no tuviera derecho a defender su memoria.
Amposta se alza como ejemplo. No por sumarse a ninguna ideología, sino por reafirmar una identidad. Y eso es, precisamente, lo que molesta: que todavía existan alcaldes con coraje para decir “esto también forma parte de lo que somos”. El museo taurino será una realidad. Y lo será, no a pesar del siglo XXI, sino porque en el siglo XXI también caben las culturas que los urbanitas bienpensantes no entienden ni quieren comprender.