David Luguillano, el torero de Castilla, de la emoción sin alardes
Publicado: Dom Oct 26, 2025 7:32 pm
David Luguillano, el torero de Castilla, de la emoción sin alardes
David Castro González “David Luguillano” nació en Valladolid el 5 de junio de 1969, en el seno de una dinastía gitana profundamente ligada al toreo. Hijo del matador Clemente Castro “Luguillano Grande”, hermano del torero Jorge Luguillano y sobrino de diestros como Santiago Castro, creció respirando toros. No fue un torero fabricado, sino moldeado desde la cuna en el barro de las plazas y en la escuela de la familia. Él mismo se convertiría, con el tiempo, en el último eslabón de una de las sagas más queridas de Valladolid.
Debutó con picadores el 1 de septiembre de 1984 en Medina del Campo, ante novillos de Carmen Lorenzo, alternando con su hermano Jorge y el rejoneador Manuel Vidrié. La alternativa llegó el 13 de mayo de 1990 en la plaza de Valladolid, apadrinado por Roberto Domínguez, con Ortega Cano como testigo y un toro de Los Guateles llamado Ruiseñor. Confirmó su alternativa en la Plaza de Toros de Las Ventas el 1 de septiembre de 1991, con José María Dols Manzanares como padrino, César Rincón de testigo y toros de Sepúlveda. Su debut en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla tuvo lugar el 11 de junio de 1992.
Su toreo, de raíz gitana y expresión libre, siempre ha tenido alma. Los cronistas lo describen como barroco, íntimo, autodidacta. Luguillano no toreaba para complacer, sino para conmover. Su capote, de vuelo largo y acompasado, y su muleta, templada y sentida, han sido su sello. Frente al toro, mostraba valentía serena: sin alardes, sin gestos innecesarios, con la verdad por delante.
No siempre pisó los grandes escenarios con la frecuencia de las figuras mediáticas, pero allí donde toreó, dejó huella. En España lidió en ferias de importancia y en América debutó el 12 de febrero de 1991 en Ambato, Ecuador, con toros de Huahagrasi. También sumó éxitos en plazas de Francia, consolidando su nombre en el circuito castellano-leonés. Años después, ya en plena madurez, cortó dos orejas en La Flecha (2010), en Valladolid (2011) y en Laguna de Duero (2012), demostrando que el temple no envejece.
En 2020 celebró tres décadas de alternativa, manteniendo intacto su romanticismo taurino. En 2024, recordó públicamente a su padre, agradeciéndole la herencia torera que le marcó el destino. En 2025 volvió a los ruedos en eventos benéficos como #UnRETToporMaria, toreando de salón con aires flamencos y entusiasmo intacto. Aquel año retomó también la gestión de su carrera junto a su hermano Jorge, como en sus mejores tiempos.
Lejos de retirarse del todo, ha sabido reinventarse. Hoy es un respetado comentarista taurino, conferenciante y director de tientas en importantes ganaderías, donde su ojo clínico es muy valorado. Su voz, clara y técnica, es escuchada por aficionados que buscan entender el toreo más allá de la superficie.
David Luguillano representa la figura del torero de casta, del que emociona sin gritar. No necesitó artificios para dejar huella: le bastó con la verdad de su muleta y la hondura de su sangre gitana. Su nombre pertenece por derecho propio a la historia taurina de Valladolid y al corazón de los aficionados que reconocen la autenticidad. David Luguillano, y ustedes dirán dónde, toro, etc.
David Castro González “David Luguillano” nació en Valladolid el 5 de junio de 1969, en el seno de una dinastía gitana profundamente ligada al toreo. Hijo del matador Clemente Castro “Luguillano Grande”, hermano del torero Jorge Luguillano y sobrino de diestros como Santiago Castro, creció respirando toros. No fue un torero fabricado, sino moldeado desde la cuna en el barro de las plazas y en la escuela de la familia. Él mismo se convertiría, con el tiempo, en el último eslabón de una de las sagas más queridas de Valladolid.
Debutó con picadores el 1 de septiembre de 1984 en Medina del Campo, ante novillos de Carmen Lorenzo, alternando con su hermano Jorge y el rejoneador Manuel Vidrié. La alternativa llegó el 13 de mayo de 1990 en la plaza de Valladolid, apadrinado por Roberto Domínguez, con Ortega Cano como testigo y un toro de Los Guateles llamado Ruiseñor. Confirmó su alternativa en la Plaza de Toros de Las Ventas el 1 de septiembre de 1991, con José María Dols Manzanares como padrino, César Rincón de testigo y toros de Sepúlveda. Su debut en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla tuvo lugar el 11 de junio de 1992.
Su toreo, de raíz gitana y expresión libre, siempre ha tenido alma. Los cronistas lo describen como barroco, íntimo, autodidacta. Luguillano no toreaba para complacer, sino para conmover. Su capote, de vuelo largo y acompasado, y su muleta, templada y sentida, han sido su sello. Frente al toro, mostraba valentía serena: sin alardes, sin gestos innecesarios, con la verdad por delante.
No siempre pisó los grandes escenarios con la frecuencia de las figuras mediáticas, pero allí donde toreó, dejó huella. En España lidió en ferias de importancia y en América debutó el 12 de febrero de 1991 en Ambato, Ecuador, con toros de Huahagrasi. También sumó éxitos en plazas de Francia, consolidando su nombre en el circuito castellano-leonés. Años después, ya en plena madurez, cortó dos orejas en La Flecha (2010), en Valladolid (2011) y en Laguna de Duero (2012), demostrando que el temple no envejece.
En 2020 celebró tres décadas de alternativa, manteniendo intacto su romanticismo taurino. En 2024, recordó públicamente a su padre, agradeciéndole la herencia torera que le marcó el destino. En 2025 volvió a los ruedos en eventos benéficos como #UnRETToporMaria, toreando de salón con aires flamencos y entusiasmo intacto. Aquel año retomó también la gestión de su carrera junto a su hermano Jorge, como en sus mejores tiempos.
Lejos de retirarse del todo, ha sabido reinventarse. Hoy es un respetado comentarista taurino, conferenciante y director de tientas en importantes ganaderías, donde su ojo clínico es muy valorado. Su voz, clara y técnica, es escuchada por aficionados que buscan entender el toreo más allá de la superficie.
David Luguillano representa la figura del torero de casta, del que emociona sin gritar. No necesitó artificios para dejar huella: le bastó con la verdad de su muleta y la hondura de su sangre gitana. Su nombre pertenece por derecho propio a la historia taurina de Valladolid y al corazón de los aficionados que reconocen la autenticidad. David Luguillano, y ustedes dirán dónde, toro, etc.