Morante de la Puebla, afamado torero español, cuelga su capote
Publicado: Mié Nov 12, 2025 4:15 pm
Morante de la Puebla, afamado torero español, cuelga su capote
La atribulada estrella de la tauromaquia afirma que ha enfrentado a su último toro. Los aficionados apreciaron su talento, pero también su honestidad al abordar su lucha contra sus problemas de salud mental.
Por Jason Horowitz
Reportando desde La Puebla del Río, España
12 de noviembre de 2025
José Antonio Morante Camacho, posiblemente el mejor torero de su generación, yacía boca arriba en medio de la plaza. Un toro de 550 kilos acababa de lanzarlo por los aires, provocando el grito ahogado del público que abarrotaba Las Ventas, la plaza de toros más venerada de España, en Madrid.
Mientras el torero de 46 años, conocido en todo el mundo hispanohablante como Morante de la Puebla, evaluaba mentalmente su cuerpo lleno de cicatrices, otros toreros se apresuraron a recogerlo y cargarlo. Una vez a salvo en el burladero rojo que rodea la plaza, se levantó, hizo una mueca de dolor y siguió caminando como si nada. Finalmente, regresó a la faena y atrajo al toro con elegantes movimientos de su capote que provocaron gritos de “olé”.
Al terminar, con el toro ya muerto, Morante izó en sus manos el inusual premio de haber cortado dos orejas y una avalancha de pañuelos blancos se agitaron en señal de aprecio
El torero abrazó al principal político de extrema derecha de España, bañado en una lluvia de flores, banderas españolas y puros. Se volvió hacia el centro de la plaza donde, con lágrimas en su rostro curtido, se quitó una coleta simbólica, sujeta a la parte posterior de su cabello. Todos los que lloraban con él sabían lo que eso significaba. Morante de la Puebla se retiraba.
“Sentí un agotamiento artístico”, dijo Morante unos días después de la corrida del 12 de octubre, en una entrevista en su finca junto al río en La Puebla del Río, su ciudad natal a las afueras de Sevilla, en el sur de España. Con frases susurradas y lánguidas, Morante, vestido con un traje de lana de Gucci y un sombrero fedora, dijo que no sentía que sus habilidades hubieran disminuido y que su carrera había ido “hacia arriba, hacia arriba, hacia arriba, y bueno”. Sin embargo, añadió: “He decidido parar antes de caerme”. Morante toreando en Jerez de la Frontera en mayo
El retiro de Morante priva a los aficionados a la tauromaquia de una leyenda admirada por su arte, su valentía y su imaginación. Los empresarios afirman que echarán de menos su capacidad para llenar las gradas y el fin de la rivalidad con un ídolo peruano en ascenso. El líder del partido nacionalista Vox, Santiago Abascal, tenía en Morante una línea directa con los aficionados acérrimos de un pasatiempo cada vez más polarizado y marcado por códigos conservadores.
Pero incluso muchos de los españoles que quieren seguir el ejemplo de algunas regiones y prohibir las corridas de toros en todo el país apreciaban a Morante como un talento original y poco común, no solo por sus patillas al estilo Elvis y sus atuendos de banda de rock psicodélico, sino por su valentía al luchar públicamente contra sus problemas de salud mental.
“Existe, y no quiero engañar a nadie”, dijo mientras tomaba un sorbo de café para tragarse la medicación que, según él, le quitaba fuerzas y le provocaba fluctuaciones de peso. Habló de su experiencia con la terapia de electrochoque, de su diagnóstico de despersonalización, de sus ataques de llanto y de su decisión de pasar gran parte del año en Portugal, porque, según dijo, “mi médico está allí”. Y aunque reconoció que los aficionados le agradecen que haya desestigmatizado las enfermedades mentales, añadió, con una sonrisa temblorosa, que “es más difícil ponerse delante de un toro”. Los triunfos de Morante ayudaron a traer a más público a las plazas
Morante y su familia siguen viviendo en su ciudad natal, donde los lugareños beben cerveza bajo cabezas de toro y fotos suyas en un bar que lleva su nombre.
Su finca junto al río cuenta con una plaza de toros y un salón de baile anexo con cabezas de toro disecadas, carteles antiguos de corridas de toros y vitrinas iluminadas en las que se exhiben sus trajes de luces. Su sala está decorada con las cabezas y los rabos de sus mayores triunfos, santuarios dedicados a algunos de los matadores más legendarios de España y esculturas de querubines y santos.
Una placa con la efigie del dictador español Francisco Franco cuelga junto a la encimera de la cocina, cerca de decenas de trofeos de bronce y una pila de sus característicos capotes rosas y verdes, manchados de sangre y con la marca Morante de la Puebla. El lugar se ha ido llenando con los años, dice. “Son muchos años”.
Morante creció cerca de allí, en una pequeña casa marcada con una placa sobre una puerta estrecha y cables eléctricos al descubierto. De niño, dijo, fingía dormir mientras su padre, que trabajaba cargando sacos de arroz en una fábrica cercana, lo llevaba a la plaza de toros, un truco para evitar pagar una segunda entrada. Una vez dentro, Morante dijo que abría los ojos y se empapaba de “un lugar divino”.
Uno de los estoques de toreo que Morante utilizó como matador
La atribulada estrella de la tauromaquia afirma que ha enfrentado a su último toro. Los aficionados apreciaron su talento, pero también su honestidad al abordar su lucha contra sus problemas de salud mental.
Por Jason Horowitz
Reportando desde La Puebla del Río, España
12 de noviembre de 2025
José Antonio Morante Camacho, posiblemente el mejor torero de su generación, yacía boca arriba en medio de la plaza. Un toro de 550 kilos acababa de lanzarlo por los aires, provocando el grito ahogado del público que abarrotaba Las Ventas, la plaza de toros más venerada de España, en Madrid.
Mientras el torero de 46 años, conocido en todo el mundo hispanohablante como Morante de la Puebla, evaluaba mentalmente su cuerpo lleno de cicatrices, otros toreros se apresuraron a recogerlo y cargarlo. Una vez a salvo en el burladero rojo que rodea la plaza, se levantó, hizo una mueca de dolor y siguió caminando como si nada. Finalmente, regresó a la faena y atrajo al toro con elegantes movimientos de su capote que provocaron gritos de “olé”.
Al terminar, con el toro ya muerto, Morante izó en sus manos el inusual premio de haber cortado dos orejas y una avalancha de pañuelos blancos se agitaron en señal de aprecio
El torero abrazó al principal político de extrema derecha de España, bañado en una lluvia de flores, banderas españolas y puros. Se volvió hacia el centro de la plaza donde, con lágrimas en su rostro curtido, se quitó una coleta simbólica, sujeta a la parte posterior de su cabello. Todos los que lloraban con él sabían lo que eso significaba. Morante de la Puebla se retiraba.
“Sentí un agotamiento artístico”, dijo Morante unos días después de la corrida del 12 de octubre, en una entrevista en su finca junto al río en La Puebla del Río, su ciudad natal a las afueras de Sevilla, en el sur de España. Con frases susurradas y lánguidas, Morante, vestido con un traje de lana de Gucci y un sombrero fedora, dijo que no sentía que sus habilidades hubieran disminuido y que su carrera había ido “hacia arriba, hacia arriba, hacia arriba, y bueno”. Sin embargo, añadió: “He decidido parar antes de caerme”. Morante toreando en Jerez de la Frontera en mayo
El retiro de Morante priva a los aficionados a la tauromaquia de una leyenda admirada por su arte, su valentía y su imaginación. Los empresarios afirman que echarán de menos su capacidad para llenar las gradas y el fin de la rivalidad con un ídolo peruano en ascenso. El líder del partido nacionalista Vox, Santiago Abascal, tenía en Morante una línea directa con los aficionados acérrimos de un pasatiempo cada vez más polarizado y marcado por códigos conservadores.
Pero incluso muchos de los españoles que quieren seguir el ejemplo de algunas regiones y prohibir las corridas de toros en todo el país apreciaban a Morante como un talento original y poco común, no solo por sus patillas al estilo Elvis y sus atuendos de banda de rock psicodélico, sino por su valentía al luchar públicamente contra sus problemas de salud mental.
“Existe, y no quiero engañar a nadie”, dijo mientras tomaba un sorbo de café para tragarse la medicación que, según él, le quitaba fuerzas y le provocaba fluctuaciones de peso. Habló de su experiencia con la terapia de electrochoque, de su diagnóstico de despersonalización, de sus ataques de llanto y de su decisión de pasar gran parte del año en Portugal, porque, según dijo, “mi médico está allí”. Y aunque reconoció que los aficionados le agradecen que haya desestigmatizado las enfermedades mentales, añadió, con una sonrisa temblorosa, que “es más difícil ponerse delante de un toro”. Los triunfos de Morante ayudaron a traer a más público a las plazas
Morante y su familia siguen viviendo en su ciudad natal, donde los lugareños beben cerveza bajo cabezas de toro y fotos suyas en un bar que lleva su nombre.
Su finca junto al río cuenta con una plaza de toros y un salón de baile anexo con cabezas de toro disecadas, carteles antiguos de corridas de toros y vitrinas iluminadas en las que se exhiben sus trajes de luces. Su sala está decorada con las cabezas y los rabos de sus mayores triunfos, santuarios dedicados a algunos de los matadores más legendarios de España y esculturas de querubines y santos.
Una placa con la efigie del dictador español Francisco Franco cuelga junto a la encimera de la cocina, cerca de decenas de trofeos de bronce y una pila de sus característicos capotes rosas y verdes, manchados de sangre y con la marca Morante de la Puebla. El lugar se ha ido llenando con los años, dice. “Son muchos años”.
Morante creció cerca de allí, en una pequeña casa marcada con una placa sobre una puerta estrecha y cables eléctricos al descubierto. De niño, dijo, fingía dormir mientras su padre, que trabajaba cargando sacos de arroz en una fábrica cercana, lo llevaba a la plaza de toros, un truco para evitar pagar una segunda entrada. Una vez dentro, Morante dijo que abría los ojos y se empapaba de “un lugar divino”.
Uno de los estoques de toreo que Morante utilizó como matador