Toros en Shanghái: lo que fue, lo que contaron y lo que quedó
Publicado: Mié Nov 12, 2025 10:31 pm
Toros en Shanghái: lo que fue, lo que contaron y lo que quedó en el aire 斗牛表演
El 23 de octubre de 2004, China abrió por unas horas su primera plaza de toros improvisada. “上海2004精彩西班牙” "Shangái 2004, la maravillosa España" En el estadio de Yangpu, entre banderas españolas y cámaras curiosas, tres toreros partieron plaza con su paseíllo al son del pasodoble. Fue un acontecimiento a medio camino entre la diplomacia cultural y la aventura empresarial. Nadie imaginaba que el público chino, disciplinado y silencioso, se encontraría con un arte donde el ritmo lo marca el instinto. Foto de Zhang Ming, Agencia de Noticias Xinhua
Ocho toros mexicanos viajaron en avión hasta Pudong; uno de ellos, Embajador, fue el primero en pisar tierra de dragones. No hubo sangre en el ruedo: los matadores simularon la estocada con una banderilla blanca. Aquella “corrida sin muerte” quedó como símbolo de la dificultad de exportar lo sagrado sin que se desnaturalice. La prensa local lo llamó 斗牛表演 —espectáculo de toros—, evitando el término corrida. Para el público, fue tanto una curiosidad como una prueba de sensibilidad moderna. La televisión mostró fragmentos, las redes chinas debatieron su exotismo, y los españoles se preguntaron si aquel gesto servía para universalizar el toreo o para diluirlo. Veinte años después, el recuerdo flota como un espejismo de globalización: un ruedo montado en un estadio asiático y un país entero que lo miró sin saber si aplaudir o preguntar por qué.
El 23 de octubre de 2004, China abrió por unas horas su primera plaza de toros improvisada. “上海2004精彩西班牙” "Shangái 2004, la maravillosa España" En el estadio de Yangpu, entre banderas españolas y cámaras curiosas, tres toreros partieron plaza con su paseíllo al son del pasodoble. Fue un acontecimiento a medio camino entre la diplomacia cultural y la aventura empresarial. Nadie imaginaba que el público chino, disciplinado y silencioso, se encontraría con un arte donde el ritmo lo marca el instinto. Foto de Zhang Ming, Agencia de Noticias Xinhua
Ocho toros mexicanos viajaron en avión hasta Pudong; uno de ellos, Embajador, fue el primero en pisar tierra de dragones. No hubo sangre en el ruedo: los matadores simularon la estocada con una banderilla blanca. Aquella “corrida sin muerte” quedó como símbolo de la dificultad de exportar lo sagrado sin que se desnaturalice. La prensa local lo llamó 斗牛表演 —espectáculo de toros—, evitando el término corrida. Para el público, fue tanto una curiosidad como una prueba de sensibilidad moderna. La televisión mostró fragmentos, las redes chinas debatieron su exotismo, y los españoles se preguntaron si aquel gesto servía para universalizar el toreo o para diluirlo. Veinte años después, el recuerdo flota como un espejismo de globalización: un ruedo montado en un estadio asiático y un país entero que lo miró sin saber si aplaudir o preguntar por qué.