A esa puerta la sostuvo un hombre que parecía de bronce viejo; firme, callado y exacto como un reloj madrileño del XIX.

La carta de El Toro de Madrid lo dice todo: respeto ganado, no regalado.

Se nos va el maestro y también se queda. Porque hay formas de torear —y de vivir— que no desaparecen.

La estadística sobre interés declarado es dinamita. Doblan la media nacional. No es ruido: es afición silenciosa que crece.

El nombre de Begoña Gómez vuelve en las conversaciones de redacción. No hay pruebas definitivas, pero el temor no es penal: es político. Un “error de confianza” sería letal.

Sánchez reunió a Zapatero e Illa porque empieza a oler a su propio fin. Cataluña era su feudo sentimental y se le está pudriendo.

Lo mejor de Roca Rey ha sido con el capote; luego el toro se rajó; Roca estoqueó bien.

Juan de Castilla, Robleño, Damián Castaño y toros de Dolores Aguirre; y esto se repite dentro de pocos días en Francia. Un auténtico combate de toros. Y además en Madrid.

La parte que relaciona la tauromaquia con la caza me parece potente. Es como decir que viene de lo más antiguo que tenemos como humanos: cazar, sobrevivir, dominar lo salvaje. Pero ahora en vez de lanza hay arte. Y eso, según Ortega, hace que la corrida tenga una raíz profunda, no sea algo inventado...

Amigos, entre el arte y la polémica: el toro sigue en pie en México El futuro de la tauromaquia en la Ciudad de México pende de un hilo, pero por ahora, los aficionados pueden respirar con alivio. La Sala Constitucional del Tribunal Superior de Justicia ha detenido una iniciativa ciudadana que busc...