Esto es un terremoto bien medido. Que nadie subestime a Garzón: cuando coge una plaza, la exprime, la pule y la deja lista para competir en las grandes ligas. Sevilla no va a ser menos.

A mí me impresiona el contexto: crecen mientras les ponen trabas por todos lados. Es casi heroico.

Pero mira la ironía: en el ruedo todos los nombres se borran con el sudor y la arena.

A quienes promueven estas leyes les molesta que la tauromaquia siga en pie, porque simboliza resistencia cultural. No soportan que existan expresiones que no pueden domesticar con consignas fáciles. Quieren que desaparezca por silencio, no por debate. Y eso se llama censura, no progreso.

Descanse en paz, Rafael Soto Moreno; nos queda Rafael de Paula, el gitano del arte, y el paulismo, su esencia, para siempre.

Ni justicia ni seguridad: pura pantalla política mientras la calle es tierra de nadie.

Roca Rey toreó con el alma, con el orgullo de quien sabe de dónde viene y hacia dónde va.

Mi novia me comentó que cada vez que un político se autoproclama feminista y progresista, desconfía; suele ser fachada para ocultar sus miserias.

Lo de Nîmes fue glorioso, pero lo de reaparecer en Sevilla tras el cáncer fue sobrehumano. El toro le salvó la vida.

Ojo con las reses. Si traen cualquier cosa por ahorrar, esto se hunde. En Inca funcionó porque hubo toros con casta, no esos ‘pastelillos’ que vimos en 2019. Ojalá anuncien ganaderías serias (¡Miura aquí sería histórico!), pero sobre todo, que apoyen a los hierros minoritarios. Sin toro bravo, no ha...