Alfred Flechtheim fue un destacado marchante de arte alemán, nacido el 1 de abril de 1878 en Münster, Alemania, y falleció el 9 de marzo de 1937 en Londres, Reino Unido. Aunque es más conocido por su labor como galerista y promotor del arte moderno, su influencia se extendió también a su propio trabajo creativo, incluyendo la pintura. Flechtheim jugó un papel crucial en la introducción y el establecimiento de artistas de vanguardia en el mercado del arte europeo y más allá, trabajando con figuras como Pablo Picasso, George Grosz, Max Beckmann, y Juan Gris, entre otros.
Su carrera como marchante de arte comenzó a prosperar a principios del siglo XX, cuando fundó su primera galería en Düsseldorf en 1913, seguida de otras en Berlín, Frankfurt, y Colonia. Flechtheim se convirtió en un defensor de movimientos artísticos como el expresionismo, el cubismo y el dadaísmo, y su visión progresista lo llevó a ser una figura central en el arte moderno. Sin embargo, su éxito se vio truncado por el ascenso del nazismo en Alemania. Siendo judío, Flechtheim enfrentó persecución, lo que lo obligó a abandonar Alemania en 1933 y trasladarse finalmente a Londres, donde falleció en 1937.
Aunque Flechtheim es principalmente recordado por su influencia como marchante de arte, su pasión por la creatividad se manifestó también en su propia obra pictórica, la cual, aunque menos conocida, refleja su aguda sensibilidad artística y su compromiso con las vanguardias de su tiempo. Su legado perdura no solo en las obras que ayudó a difundir sino también en su contribución a la cultura artística europea del siglo XX.
El retrato combina un aspecto lúdico con una seriedad marcada en la expresión de Flechtheim, subrayando la dualidad entre la figura pública y la privada del marchante. Esta obra también refleja la técnica "nacarada" de Pascin, caracterizada por su cromatismo refinado y su habilidad para crear una sensación de ligereza y transparencia en sus obras. Este estilo, según Lucy Krohg, amiga cercana de Pascin, demuestra un alejamiento de los contornos precisos hacia una expresión más libre y espontánea, influenciada por la riqueza imaginativa del artista.
La carrera de Pascin, especialmente tras su regreso a París en 1920, fue de éxito considerable, con exposiciones en Estados Unidos y Europa y la adquisición frecuente de sus obras por parte de coleccionistas. Sin embargo, este periodo también estuvo marcado por una vida personal tumultuosa, caracterizada por dilapidar su tiempo, talento y dinero en bistrots y cabarets, así como por excesos diversos que culminaron en su suicidio el 2 de junio de 1930. A pesar de su final trágico, la obra y el legado de Pascin continúan siendo celebrados, como se evidencia en las exposiciones retrospectivas realizadas en 1931 en París y Nueva York.
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