José María García Fernández, Castilviejo: el trazo castellano de la fiesta brava

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José María García Fernández, Castilviejo: el trazo castellano de la fiesta brava

Mensaje por EstoEsElPueblo » Mar Oct 28, 2025 4:05 pm

José María García Fernández, 'Castilviejo': el trazo castellano de la fiesta brava

José María García Fernández, conocido artísticamente como Castilviejo, fue uno de los grandes pintores taurinos de la España del siglo XX. Nació el 29 de octubre de 1925 en Zamora, en el seno de una familia humilde pero culta y profundamente aficionada a la tauromaquia. Su padre, Baldomero García, regentaba un pequeño bazar y administraba una lotería; su madre, María del Tránsito Fernández, cuidaba del hogar en tiempos difíciles.

Desde niño mostró un talento precoz para el dibujo. A los ocho años pintó su primera escena taurina: un toro sobre una tabla de caja de cigarros. Aquel pequeño cuadro le valió una peseta y una sensación imborrable: había descubierto su camino. Él mismo evocaría muchas veces este episodio como el instante en que nació su vocación.

La Guerra Civil Española alteró la economía familiar. Su padre vendió el negocio antes del conflicto y perdió lo invertido. Fueron años austeros, pero en ese contexto maduró la sensibilidad del futuro pintor. Su padre, gran aficionado a los toros y amigo de nombres como Domingo Ortega y la familia Dominguín, transmitió a su hijo no solo el gusto por la tauromaquia, sino una manera de entenderla como símbolo de identidad y belleza.
Temas taurinos Jose Maria García Fernández Castilviejo
Temas taurinos Jose Maria García Fernández Castilviejo.PNG
En 1942, con apenas 17 años, ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Allí compartió aulas con artistas como Ramiro Ramos, Ricardo Macarrón y Rafael Reyes Torrent. Las visitas al Museo del Prado fueron para él una revelación: pasaba horas inmóvil frente a Las Meninas, absorbido por la atmósfera de Velázquez.

Entre sus maestros destacó Joaquín Valverde, catedrático de Colorido, a quien consideraba una figura decisiva en su formación: le enseñó —decía— a “sentir la pintura”. También recibió enseñanzas de Eugenio Hermoso, Julio Moisés y Eduardo Chicharro. Era un estudiante aplicado, con mirada viva y manos rápidas.

En aquellos años surgió una anécdota que lo acompañaría toda su vida: el joven Castilviejo, prendado de la fiesta taurina, llegó a vestirse de luces y tentar en el campo. No hubo una carrera formal de novillero —no existen registros de actuaciones públicas—, pero sí un deseo adolescente de probar el ruedo desde dentro. Aquella experiencia fugaz consolidó su respeto por el toreo y dio profundidad a su pintura.
Jose Maria García Fernández Coso de Peñafiel por Castilviejo
Jose Maria García Fernández Coso de Peñafiel por Castilviejo.jpg
En 1946, la muerte de su padre lo obligó a abandonar temporalmente la Escuela. Debía mantener a su madre y a una tía, y para ello aceptó todo encargo que pudiera pintar: carteles de cine, copias del Prado, retratos por encargo, bocetos taurinos y cubiertas de novelas populares. Su destreza manual y su velocidad de ejecución lo hicieron muy solicitado.

Un año después cofundó, junto a Daniel Bedate, la Escuela de San Ildefonso en Zamora, dependiente de la Obra Sindical de Educación y Descanso. Allí enseñó dibujo a cientos de alumnos, entre ellos artistas que luego destacarían, como Antonio Pedrero y Alberto de la Torre. Su método se basaba en un principio sencillo: “ver y luego dibujar”.

Durante su servicio militar en Valladolid continuó pintando retratos para sobrevivir. Fue en esa época cuando conoció a Julia Carretero, una joven palentina universitaria, con quien se casó en 1956. La familia de ella —los Abril, dueños de una imprenta— le dio acceso a un primer círculo artístico y social en Valladolid.
José María García Fernández Castilviejo,
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En 1955 recibió un encargo importante: la realización de murales para la Universidad Laboral de Zamora, con un contrato que prometía una estabilidad económica inédita. Sin embargo, la llegada de un nuevo ministro paralizó el pago, y la obra quedó inconclusa. Este episodio lo marcó y le enseñó a desconfiar de la política cultural oficial.

Desde 1946 contaba con la amistad y el apoyo del torero Pepe Dominguín, figura crucial en su carrera. Dominguín lo presentó a ganaderos y diestros, y le encargó retratos bien remunerados. Gracias a este círculo taurino, su pintura encontró una clientela natural.

En 1959 se trasladó definitivamente a Valladolid. Comenzó vendiendo pequeños cuadros en la papelería familiar y retratos por intermediarios. Poco a poco, su nombre se hizo conocido entre arquitectos, comerciantes y aficionados.
José María García Fernández Castilviejo, Años sovietizantes. Mural encargado para la universidad laboral de Zamora.
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En los años sesenta ejecutó murales en espacios emblemáticos: la Cámara de Comercio, el Aéreo Club, cafés y restaurantes de la ciudad. Su obra más celebrada de esta etapa fue el mural de la sede del Banco Bilbao Vizcaya en Valladolid, que le otorgó prestigio y estabilidad económica.

En 1962 intentó adentrarse en la litografía, con poco éxito financiero. Aun así, la exploración técnica enriqueció su lenguaje plástico y le permitió multiplicar imágenes taurinas. En 1969 compró una finca en Cubillas de Santa Marta, a 25 kilómetros de Valladolid, donde instaló su taller y vivió hasta el final de sus días.

Allí desarrolló un ritmo de vida sencillo: pintura, caza, tertulias y paseos por el campo. Sus exposiciones eran eventos esperados; sus cuadros se vendían en minutos. Una venta de 30 obras en apenas veinte minutos se volvió legendaria entre coleccionistas vallisoletanos.
Jose Maria García Fernández Castilviejo Temas taurinos
Jose Maria García Fernández  Castilviejo Temas taurinos.PNG
La tauromaquia fue el corazón de su producción. Heredó la afición de su padre y se inspiró en el estilo de Roberto Domingo, aunque con voz propia. Decía con ironía que “los toros que pinto no gustan ni a los taurinos ni a los pintores”, pero esa autoironía escondía una profunda lucidez estética.

Realizaba apuntes al natural en dehesas y plazas. Su dominio del dibujo le permitía capturar el instante exacto: un toro en el cite, una cuadrilla entrando, un picador probando lanzas. Obras como Suerte de varas, Patio de caballos, En la dehesa y la serie Tauromaquia (1967) son hoy piezas esenciales de su legado.

En ellas depuraba los aspectos cruentos de la lidia para centrarse en su estética esencial. Su trazo era clásico, pero incorporaba dinamismo moderno: líneas discontinuas, ritmo plástico, ecos picassianos. Lograba sugerir volumen y movimiento con pocos gestos seguros.

Aunque su fama se debe sobre todo a la tauromaquia, también cultivó otros temas: paisajes castellanos, retratos rurales y muralismo de gran formato. Obras como Hombres alistanos (1981), Colegiata de Toro (1980) y Familia campesina (1983) reflejan una sensibilidad expresionista que evoca la “soledad castellana”, como señaló el crítico Carlos García-Osuna en 1997.
Castilviejo Temas taurinos Jose Maria García Fernández
Castilviejo Temas taurinos Jose Maria García Fernández.PNG
Expuso regularmente en Valladolid, sobre todo en la Sala Castilla. Su retrospectiva de 1997 en la sede del BBV fue un hito, con más de 40 fotografías de Agustín Cacho y Enrique Panedas que documentaban su vida artística.

En 2002 recibió el Premio Castilla y León de las Artes, uno de los mayores reconocimientos de su carrera. Su timidez natural y su falta de interés por la autopromoción impidieron que su obra tuviera la difusión internacional de otros pintores de su generación, aunque sus cuadros están presentes en colecciones de figuras como Edward G. Robinson y Rothschild, así como en el Museo de Arte de Nueva York.

Falleció el 11 de marzo de 2004 en Valladolid, a los 78 años, dejando un legado sólido como pintor de las esencias castellanas y del alma taurina. Su finca en Cubillas quedó en la memoria de muchos como un refugio de autenticidad y pintura.
Castilviejo Jose Maria García Fernández Temas taurinos
Castilviejo Jose Maria García Fernández Temas taurinos.PNG
Castilviejo Jose Maria García Fernández Temas taurinos.PNG (192.83 KiB) Visto 2871 veces
Su figura representa un puente entre la tradición de los pintores taurinos clásicos y la sensibilidad contemporánea. No buscó la gloria, pero la consiguió a través de la constancia, la verdad de su trazo y la emoción contenida en cada toro que pintó.

Hoy, Castilviejo es recordado no solo como un gran pintor, sino como un intérprete profundo de la tauromaquia: un hombre que la vivió desde la infancia, que la sintió en carne propia en su juventud, y que la elevó al lienzo con maestría inconfundible.
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