Ucrania conmemoró este 1 de diciembre el treinta y cuatro aniversario del referéndum que, en 1991, certificó su salida de la Unión Soviética. Aquel día, más de 28,8 millones de ciudadanos acudieron a las urnas —el 84% del electorado— para responder una pregunta directa: si apoyaban la Declaración de Independencia aprobada por el Parlamento el 24 de agosto. El resultado fue concluyente: un 90,32% votó a favor de crear un Estado soberano.
La jornada de 1991 quedó registrada como una expresión colectiva sin fisuras. Pero el aniversario de este año ha puesto el foco en las cifras de las regiones que hoy están parcialmente ocupadas por Rusia. El motivo es evidente: los datos oficiales de la Comisión Electoral Central muestran que Donetsk, Lugansk, Zaporiyia, Jersón y la República Autónoma de Crimea también respaldaron la independencia, desmontando narrativas posteriores sobre supuestos deseos de integración con Moscú.
En la ciudad de Sebastopol, entonces administrada separadamente, el apoyo también superó la mitad del electorado: 57,42%. En conjunto, estos territorios —hoy atravesados por líneas de frente, ocupación militar o anexiones no reconocidas por la comunidad internacional— votaron en 1991 por una Ucrania unida y soberana. Esa voluntad, recuerdan historiadores, tuvo además un efecto inmediato: dos semanas después de la consulta, la URSS dejó de existir.
La conmemoración en Kyiv estuvo marcada por discursos que reivindicaron el carácter vinculante de aquella votación, la única celebrada en condiciones democráticas y con supervisión internacional en toda la historia del país. Para las autoridades actuales, los datos de Donetsk, Lugansk y Crimea siguen siendo la pieza clave frente a los referendos organizados bajo ocupación militar en 2014 y 2022, rechazados por la comunidad internacional.
Treinta y cuatro años después, el mensaje vuelve a pesar como entonces: la integridad territorial de Ucrania descansa sobre un mandato popular que, en 1991, no dejó lugar a dudas.