Vargas Llosa: escritor universal y defensor del arte del toreo
Publicado: Lun Abr 14, 2025 10:58 am
Vargas Llosa: escritor universal y defensor del arte del toreo
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, nacido el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, Perú, y fallecido esta madrugada, 14 de abril de 2025, en Lima, a los 89 años, fue uno de los escritores más destacados del siglo XX y XXI. Galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2010, su obra abarca novelas, ensayos, teatro y memorias, con títulos icónicos como La ciudad y los perros (1963), Conversación en La Catedral (1969), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981) y La Fiesta del Chivo (2000).
Figura central del Boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, Vargas Llosa exploró temas como el poder, la libertad y la identidad con un estilo narrativo complejo y universal. Además de su carrera literaria, incursionó en el periodismo, la política —como candidato presidencial en Perú en 1990— y fue un firme defensor del liberalismo, lo que marcó tanto su obra como su vida pública. Mario Vargas Llosa saluda al joven torero Andrés Roca Rey en el patio de cuadrillas
Su infancia transcurrió entre Cochabamba (Bolivia), Piura y Lima, en un entorno familiar complicado por la relación con su padre, quien lo envió al Colegio Militar Leoncio Prado, experiencia que inspiró La ciudad y los perros. Estudió Letras y Derecho en la Universidad de San Marcos y se doctoró en Filosofía y Letras en Madrid. Vivió en París, Londres, Barcelona y Madrid, lo que enriqueció su perspectiva global, reflejada en sus textos.
Miembro de la Real Academia Española desde 1994, recibió reconocimientos como el Premio Cervantes (1994) y el Príncipe de Asturias de las Letras (1986). Su vida personal, marcada por su matrimonio con Patricia Llosa y su relación con Isabel Preysler, atrajo atención mediática, pero su legado literario y cultural permanece intocable. Vargas Llosa en la plaza de toros aplaude la faena
Su pasión por la tauromaquia
La afición de Vargas Llosa por los toros fue una constante en su vida, más allá de su labor como escritor. Desde niño, en Perú, donde las corridas son una tradición arraigada, mostró interés por la tauromaquia. En una entrevista, recordó cómo jugaba a ser torero y cómo su primera novillada lo fascinó: “Como todos los que jugábamos al toro: de chico, yo quería ser torero”. Aunque la literatura se convirtió en su destino, los toros siguieron siendo una pasión que defendió con fervor, viéndolos como un arte que combina belleza, riesgo y tragedia.
Vargas Llosa consideraba la tauromaquia una expresión cultural profunda, un ritual que conecta con las raíces de los pueblos. En 2007, escribió el prólogo de Los toros, donde exaltó su dimensión estética y simbólica. En 2012, al inaugurar el Espacio Arte y Cultura de Las Ventas en Madrid, pronunció un discurso apasionado: “El toro bravo existe porque existen los toros; si no, desaparecería. Es una creación de la Fiesta taurina”. Allí defendió la tauromaquia frente a críticas animalistas, destacando el “inmenso amor” con que se trata al toro y el arraigo de la Fiesta en más de 200 comunidades peruanas. Su compromiso se reflejó también en su amistad con toreros como Enrique Ponce y su participación en el documental La última lidia, donde exploró el valor cultural de los toros.
En 2000, leyó un pregón en La Maestranza de Sevilla, incluido en Sentimiento del toreo, vinculando la tauromaquia con la libertad y la creatividad, temas centrales en su obra. Aunque los toros no son un motivo explícito en sus novelas, su intensidad dramática y simbolismo resuenan en pasajes donde el hombre enfrenta su destino, evocando el duelo en la plaza. En ensayos y columnas, como las publicadas en El País, defendió la Fiesta frente a detractores, argumentando que no es mera crueldad, sino una tradición viva: “Los enemigos de la tauromaquia se equivocan creyendo que es puro ejercicio de maldad”. Mario Vargas Llosa con el torero Enrique Ponce al alimón
Legado para la historia universal
Mario Vargas Llosa dejó un legado inmenso cuando falleció esta madrugada en Lima. Hasta sus últimos años, permaneció activo, publicando Le dedico mi silencio (2023), una novela sobre la música criolla peruana, otra de sus pasiones. Residente en Lima desde 2022, tras décadas en Europa, su muerte marca el fin de una era para la literatura latinoamericana, siendo considerado el último gran exponente del Boom. Su defensa de la tauromaquia, como de otras tradiciones, refleja su visión de la cultura como resistencia frente a la uniformidad.
Para Vargas Llosa, los toros eran más que un espectáculo: eran una metáfora de la lucha humana, un arte que, como la literatura, revela verdades esenciales. Su obra y su pasión taurina perdurarán, inspirando a generaciones a explorar la complejidad del ser humano a través de las letras y la plaza.
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, nacido el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, Perú, y fallecido esta madrugada, 14 de abril de 2025, en Lima, a los 89 años, fue uno de los escritores más destacados del siglo XX y XXI. Galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2010, su obra abarca novelas, ensayos, teatro y memorias, con títulos icónicos como La ciudad y los perros (1963), Conversación en La Catedral (1969), La tía Julia y el escribidor (1977), La guerra del fin del mundo (1981) y La Fiesta del Chivo (2000).
Figura central del Boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, Vargas Llosa exploró temas como el poder, la libertad y la identidad con un estilo narrativo complejo y universal. Además de su carrera literaria, incursionó en el periodismo, la política —como candidato presidencial en Perú en 1990— y fue un firme defensor del liberalismo, lo que marcó tanto su obra como su vida pública. Mario Vargas Llosa saluda al joven torero Andrés Roca Rey en el patio de cuadrillas
Su infancia transcurrió entre Cochabamba (Bolivia), Piura y Lima, en un entorno familiar complicado por la relación con su padre, quien lo envió al Colegio Militar Leoncio Prado, experiencia que inspiró La ciudad y los perros. Estudió Letras y Derecho en la Universidad de San Marcos y se doctoró en Filosofía y Letras en Madrid. Vivió en París, Londres, Barcelona y Madrid, lo que enriqueció su perspectiva global, reflejada en sus textos.
Miembro de la Real Academia Española desde 1994, recibió reconocimientos como el Premio Cervantes (1994) y el Príncipe de Asturias de las Letras (1986). Su vida personal, marcada por su matrimonio con Patricia Llosa y su relación con Isabel Preysler, atrajo atención mediática, pero su legado literario y cultural permanece intocable. Vargas Llosa en la plaza de toros aplaude la faena
Su pasión por la tauromaquia
La afición de Vargas Llosa por los toros fue una constante en su vida, más allá de su labor como escritor. Desde niño, en Perú, donde las corridas son una tradición arraigada, mostró interés por la tauromaquia. En una entrevista, recordó cómo jugaba a ser torero y cómo su primera novillada lo fascinó: “Como todos los que jugábamos al toro: de chico, yo quería ser torero”. Aunque la literatura se convirtió en su destino, los toros siguieron siendo una pasión que defendió con fervor, viéndolos como un arte que combina belleza, riesgo y tragedia.
Vargas Llosa consideraba la tauromaquia una expresión cultural profunda, un ritual que conecta con las raíces de los pueblos. En 2007, escribió el prólogo de Los toros, donde exaltó su dimensión estética y simbólica. En 2012, al inaugurar el Espacio Arte y Cultura de Las Ventas en Madrid, pronunció un discurso apasionado: “El toro bravo existe porque existen los toros; si no, desaparecería. Es una creación de la Fiesta taurina”. Allí defendió la tauromaquia frente a críticas animalistas, destacando el “inmenso amor” con que se trata al toro y el arraigo de la Fiesta en más de 200 comunidades peruanas. Su compromiso se reflejó también en su amistad con toreros como Enrique Ponce y su participación en el documental La última lidia, donde exploró el valor cultural de los toros.
En 2000, leyó un pregón en La Maestranza de Sevilla, incluido en Sentimiento del toreo, vinculando la tauromaquia con la libertad y la creatividad, temas centrales en su obra. Aunque los toros no son un motivo explícito en sus novelas, su intensidad dramática y simbolismo resuenan en pasajes donde el hombre enfrenta su destino, evocando el duelo en la plaza. En ensayos y columnas, como las publicadas en El País, defendió la Fiesta frente a detractores, argumentando que no es mera crueldad, sino una tradición viva: “Los enemigos de la tauromaquia se equivocan creyendo que es puro ejercicio de maldad”. Mario Vargas Llosa con el torero Enrique Ponce al alimón
Legado para la historia universal
Mario Vargas Llosa dejó un legado inmenso cuando falleció esta madrugada en Lima. Hasta sus últimos años, permaneció activo, publicando Le dedico mi silencio (2023), una novela sobre la música criolla peruana, otra de sus pasiones. Residente en Lima desde 2022, tras décadas en Europa, su muerte marca el fin de una era para la literatura latinoamericana, siendo considerado el último gran exponente del Boom. Su defensa de la tauromaquia, como de otras tradiciones, refleja su visión de la cultura como resistencia frente a la uniformidad.
Para Vargas Llosa, los toros eran más que un espectáculo: eran una metáfora de la lucha humana, un arte que, como la literatura, revela verdades esenciales. Su obra y su pasión taurina perdurarán, inspirando a generaciones a explorar la complejidad del ser humano a través de las letras y la plaza.