De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalladas
Moderadores: EstoEsElPueblo, Escribiente
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El_Estudiante
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De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalladas
Esto es de Eugenio Noel uno de los grandes antitaurinos de la literatura española. Vale la pena hablar un tema de este escritor, de gran valía, que se fotografiaba siempre que podía con algún torero.
Eugenio Noel, cuyo nombre real era Eugenio Muñoz Díaz, fue un destacado escritor, periodista y crítico español. Nacido en Madrid, Noel se convirtió en una de las voces más críticas y polémicas de su época, especialmente en lo que respecta a la tauromaquia, la política y la religión. Su obra abarca desde novelas hasta ensayos y artículos periodísticos, y se caracteriza por su estilo mordaz y su capacidad para cuestionar las normas sociales y culturales de la España de principios del siglo XX.
Una de sus obras más conocidas en contra de la tauromaquia es "La Fiesta Nacional". En esta obra, Noel desmantela los argumentos a favor de las corridas de toros y critica duramente esta práctica.
"La Fiesta Nacional es la negación de todo progreso y de toda cultura; es la afirmación brutal de la barbarie."
A lo largo de su vida, Noel fue un firme opositor de la tauromaquia, lo que le llevó a escribir varios libros y artículos en contra de esta práctica. También fue un crítico acérrimo de la corrupción política y del papel de la Iglesia en la sociedad española.
Falleció en abril de 1936, justo antes del estallido de la Guerra Civil Española, dejando un legado literario y periodístico que sigue siendo objeto de estudio y admiración.
Eugenio Noel, cuyo nombre real era Eugenio Muñoz Díaz, fue un destacado escritor, periodista y crítico español. Nacido en Madrid, Noel se convirtió en una de las voces más críticas y polémicas de su época, especialmente en lo que respecta a la tauromaquia, la política y la religión. Su obra abarca desde novelas hasta ensayos y artículos periodísticos, y se caracteriza por su estilo mordaz y su capacidad para cuestionar las normas sociales y culturales de la España de principios del siglo XX.
Una de sus obras más conocidas en contra de la tauromaquia es "La Fiesta Nacional". En esta obra, Noel desmantela los argumentos a favor de las corridas de toros y critica duramente esta práctica.
"La Fiesta Nacional es la negación de todo progreso y de toda cultura; es la afirmación brutal de la barbarie."
A lo largo de su vida, Noel fue un firme opositor de la tauromaquia, lo que le llevó a escribir varios libros y artículos en contra de esta práctica. También fue un crítico acérrimo de la corrupción política y del papel de la Iglesia en la sociedad española.
Falleció en abril de 1936, justo antes del estallido de la Guerra Civil Española, dejando un legado literario y periodístico que sigue siendo objeto de estudio y admiración.
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El_Estudiante
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Re: De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalla
Con medicina de Eugenio Noel os voy a quitar vuestro pecado taurómaco:
"Señoritos, Chulos, Fenómenos, Gitanos Y Flamencos"
Contra los siete vicios hay siete virtudes; contra el mal de los toros, un solo remedio. ¿Cuál? El palo, el vergajo de nudos de nervio, la energía inexorable, el látigo ruso.
"Señoritos, Chulos, Fenómenos, Gitanos Y Flamencos"
Contra los siete vicios hay siete virtudes; contra el mal de los toros, un solo remedio. ¿Cuál? El palo, el vergajo de nudos de nervio, la energía inexorable, el látigo ruso.
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madridrural
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Re: De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalla
Estamos ante un antitaurino que además se volvió contra la música, el flamenco en concreto, y era de Madrid? más chulo que un ocho
Re: De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalla
Que tomen nota los ganaderos de grosería fácil ante las cámaras de televisión; y los toreros, de verbo poco elaborado, y que van con los huevos en la boca.
Re: De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalla
¡Mi arma, este sí que era un prenda, el Eugenio Noel"
«Las crisis políticas, en número pavoroso, arrojaron centenares de miles de desilusionados a los tendidos, y furiosos de asco y venganza, pedían al beluario actos en presencia de la muerte, que convirtieron la prudencia en temeridad, la insolencia maja en desafío gachón, en posturas cachondas, en pasitos atrás, saltitos, piruetas, pinitos, citas de puntillas, suertes con las rodillas, faroles, meneos, tocaduras, lances con música y floreos o floripondios, capaces de avergonzar a la misma pederastia. Todo en diminutivo y amariconado.»
«Las crisis políticas, en número pavoroso, arrojaron centenares de miles de desilusionados a los tendidos, y furiosos de asco y venganza, pedían al beluario actos en presencia de la muerte, que convirtieron la prudencia en temeridad, la insolencia maja en desafío gachón, en posturas cachondas, en pasitos atrás, saltitos, piruetas, pinitos, citas de puntillas, suertes con las rodillas, faroles, meneos, tocaduras, lances con música y floreos o floripondios, capaces de avergonzar a la misma pederastia. Todo en diminutivo y amariconado.»
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El_Estudiante
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- Registrado: Mié Sep 25, 2019 6:58 pm
Re: De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalla
Para conocer a Eugenio Noel hay que leer esta pequeña entrevista, en la que nos habla de su relación con los toros y revela que fue ¡crítico taurino!
Re: De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalla
Este escritor no tiene fama, ni seguidores, ni imitadores; debió de ser de lo mejorcito en su época; y es que lo dicen los expertos. Los taurinos no tenemos miedo a los grandes escritores aunque sean antitaurinos. La tauromaquia prevalecerá porque es del pueblo.
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Taurologica
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Re: De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalla
Si los antitaurinos fueran "serios" movilizarían todos los recursos, incluyendo novelistas o intelectuales de otras épocas, como Eugenio Noel. El animalista antitaurino piensa que él mismo es un intelectual porque tiene un gato o un perro. Y con eso se siente "empoderado".
- EstoEsElPueblo
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- Registrado: Jue Ene 24, 2019 1:50 am
Contra todo y contra todos: vida de Eugenio Noel. Por EstoEsElPueblo
Contra todo y contra todos: vida de Eugenio Noel
Nacido en el seno de una familia humilde en Madrid, Eugenio Muñoz Díaz —más conocido por su seudónimo Eugenio Noel— tuvo desde niño un entorno marcado por el trabajo manual y la supervivencia cotidiana: su padre era barbero en la calle del Limón y su madre servidora doméstica. Sin embargo, su destino no se limitó al barrio gracias al apoyo de la duquesa de Sevillano, quien costeó su educación y abrió para él una vía inusual de ascenso cultural.
Desde muy joven fue destinado a la carrera eclesiástica. Estudió en seminarios de Tardajos (Burgos), Madrid y finalmente en Malinas (Bélgica), donde tuvo como maestro al célebre cardenal Mercier. Allí se formó en teología, filosofía y latín, preparándose para el sacerdocio. Pero descubrió pronto que su verdadera vocación no pasaba por los hábitos ni por los dogmas.
Al regresar a Madrid rompió con el proyecto clerical y se sumergió en la vida bohemia del Madrid de principios de siglo: cafés literarios, tertulias políticas, el periodismo de combate y los estudios de Derecho que no llegó a terminar. En este torbellino personal, adoptó el seudónimo de “Noel” por María Noel, cantante de la que se enamoró y a quien dedicó su novela corta Alma de santa (1909).
Lo que pocos sabían es que durante esos años iniciales, Eugenio Noel llegó incluso a acariciar el sueño —o el delirio— de ser torero. Esa fantasía, aparentemente marginal, es clave para entender la intensidad emocional y la ferocidad con la que, años más tarde, atacó a la tauromaquia. No hablaba como un extranjero cultural, sino como alguien que había conocido desde dentro la seducción de la arena.
Su carrera literaria se consolidó tras participar como voluntario en la guerra de Marruecos en 1909. Las Notas de un voluntario fueron su primer éxito editorial. Uno de sus artículos —donde cargaba contra la aristocracia española— lo llevó a la cárcel, pero también lo lanzó a la fama como un escritor irreverente, comprometido y con voz propia.
A partir de 1912 comenzó su gran cruzada: la denuncia pública del flamenquismo y la tauromaquia como símbolos de la España que, según él, debía desaparecer. En libros como Pan y toros (1912), República y flamenquismo (1912) o Escenas y andanzas de la campaña antiflamenca, planteó que estas expresiones, lejos de ser cultura, eran formas de embrutecimiento colectivo que glorificaban la violencia, la pereza, la superstición y el atraso.
A lo largo de los años 1910 y 1920 recorrió España entera en lo que él mismo llamaba su campaña "antiflamenca y antitaurina". En teatros, ateneos y cafés, dictaba conferencias que mezclaban retórica regeneracionista, republicanismo radical y una crítica feroz a los toros, que consideraba una industria de la muerte y un espectáculo anacrónico. Aquellas charlas no eran inocuas: en Sevilla, por ejemplo, fue agredido por una multitud que le cortó el cabello a navaja como escarmiento.
Noel sufría, pero no se detenía. Alimentaba su causa con anécdotas, cifras, literatura y un tono encendido que, paradójicamente, a veces rozaba la épica que tanto criticaba en los cronistas taurinos. Su estilo, barroco y castizo, hacía de cada artículo una corrida invertida: el toro era España, y él, un torero iconoclasta que desafiaba a la bestia del costumbrismo nacional.
Publicó también novelas y relatos —Las Siete Cucas (1927) entre los más conocidos— en los que el trasfondo taurino y flamenco era a menudo una excusa para diseccionar las miserias morales del país. No usaba la sátira para entretener, sino para herir y provocar reflexión. En sus textos se conjugan la miseria urbana, la fanfarronería nacionalista y la violencia como espectáculo.
Realizó hasta cuatro viajes a Hispanoamérica, donde también denunció los efectos de la herencia hispánica y del espectáculo taurino, y escribió una serie de diarios personales reunidos bajo el título La novela de la vida de un hombre, que han sido publicados parcialmente como Diario íntimo. En ellos dejó testimonio de su lucha, sus pasiones, sus amores (como el que mantuvo con Amada, una cubana que conoció tras salir de prisión) y sus desengaños.
Fue un agitador de los márgenes, un Quijote sin escudero que combatía no gigantes, sino molinos muy reales: empresarios del espectáculo, periodistas taurinos, críticos de flamenco y hasta intelectuales que no compartían su visión regeneradora. Fue aplaudido por unos y ridiculizado por otros. Azorín, que lo admiraba, dijo que nadie había retratado con tanta intensidad aquello que pretendía abolir.
Eugenio Noel murió en la pobreza más absoluta en 1936, víctima de una bronconeumonía en un hospital de Barcelona. Su cuerpo fue enviado a Madrid, pero se extravió durante horas en una vía muerta en Zaragoza, como si la realidad se empeñara en añadir una última escena esperpéntica a su vida. Finalmente, fue enterrado en el cementerio civil de la capital.
Hoy, Eugenio Noel es una figura semiborrada, incómoda por su radicalismo, pero valiosa como espejo de las tensiones culturales de su tiempo. Su antimito de España no solo combatía los toros: combatía la resignación. En su verbo vibrante, en su combate solitario y en su final miserable, hay una tragedia muy española que, como él, no se deja clasificar del todo.
Nacido en el seno de una familia humilde en Madrid, Eugenio Muñoz Díaz —más conocido por su seudónimo Eugenio Noel— tuvo desde niño un entorno marcado por el trabajo manual y la supervivencia cotidiana: su padre era barbero en la calle del Limón y su madre servidora doméstica. Sin embargo, su destino no se limitó al barrio gracias al apoyo de la duquesa de Sevillano, quien costeó su educación y abrió para él una vía inusual de ascenso cultural.
Desde muy joven fue destinado a la carrera eclesiástica. Estudió en seminarios de Tardajos (Burgos), Madrid y finalmente en Malinas (Bélgica), donde tuvo como maestro al célebre cardenal Mercier. Allí se formó en teología, filosofía y latín, preparándose para el sacerdocio. Pero descubrió pronto que su verdadera vocación no pasaba por los hábitos ni por los dogmas.
Al regresar a Madrid rompió con el proyecto clerical y se sumergió en la vida bohemia del Madrid de principios de siglo: cafés literarios, tertulias políticas, el periodismo de combate y los estudios de Derecho que no llegó a terminar. En este torbellino personal, adoptó el seudónimo de “Noel” por María Noel, cantante de la que se enamoró y a quien dedicó su novela corta Alma de santa (1909).
Lo que pocos sabían es que durante esos años iniciales, Eugenio Noel llegó incluso a acariciar el sueño —o el delirio— de ser torero. Esa fantasía, aparentemente marginal, es clave para entender la intensidad emocional y la ferocidad con la que, años más tarde, atacó a la tauromaquia. No hablaba como un extranjero cultural, sino como alguien que había conocido desde dentro la seducción de la arena.
Su carrera literaria se consolidó tras participar como voluntario en la guerra de Marruecos en 1909. Las Notas de un voluntario fueron su primer éxito editorial. Uno de sus artículos —donde cargaba contra la aristocracia española— lo llevó a la cárcel, pero también lo lanzó a la fama como un escritor irreverente, comprometido y con voz propia.
A partir de 1912 comenzó su gran cruzada: la denuncia pública del flamenquismo y la tauromaquia como símbolos de la España que, según él, debía desaparecer. En libros como Pan y toros (1912), República y flamenquismo (1912) o Escenas y andanzas de la campaña antiflamenca, planteó que estas expresiones, lejos de ser cultura, eran formas de embrutecimiento colectivo que glorificaban la violencia, la pereza, la superstición y el atraso.
A lo largo de los años 1910 y 1920 recorrió España entera en lo que él mismo llamaba su campaña "antiflamenca y antitaurina". En teatros, ateneos y cafés, dictaba conferencias que mezclaban retórica regeneracionista, republicanismo radical y una crítica feroz a los toros, que consideraba una industria de la muerte y un espectáculo anacrónico. Aquellas charlas no eran inocuas: en Sevilla, por ejemplo, fue agredido por una multitud que le cortó el cabello a navaja como escarmiento.
Noel sufría, pero no se detenía. Alimentaba su causa con anécdotas, cifras, literatura y un tono encendido que, paradójicamente, a veces rozaba la épica que tanto criticaba en los cronistas taurinos. Su estilo, barroco y castizo, hacía de cada artículo una corrida invertida: el toro era España, y él, un torero iconoclasta que desafiaba a la bestia del costumbrismo nacional.
Publicó también novelas y relatos —Las Siete Cucas (1927) entre los más conocidos— en los que el trasfondo taurino y flamenco era a menudo una excusa para diseccionar las miserias morales del país. No usaba la sátira para entretener, sino para herir y provocar reflexión. En sus textos se conjugan la miseria urbana, la fanfarronería nacionalista y la violencia como espectáculo.
Realizó hasta cuatro viajes a Hispanoamérica, donde también denunció los efectos de la herencia hispánica y del espectáculo taurino, y escribió una serie de diarios personales reunidos bajo el título La novela de la vida de un hombre, que han sido publicados parcialmente como Diario íntimo. En ellos dejó testimonio de su lucha, sus pasiones, sus amores (como el que mantuvo con Amada, una cubana que conoció tras salir de prisión) y sus desengaños.
Fue un agitador de los márgenes, un Quijote sin escudero que combatía no gigantes, sino molinos muy reales: empresarios del espectáculo, periodistas taurinos, críticos de flamenco y hasta intelectuales que no compartían su visión regeneradora. Fue aplaudido por unos y ridiculizado por otros. Azorín, que lo admiraba, dijo que nadie había retratado con tanta intensidad aquello que pretendía abolir.
Eugenio Noel murió en la pobreza más absoluta en 1936, víctima de una bronconeumonía en un hospital de Barcelona. Su cuerpo fue enviado a Madrid, pero se extravió durante horas en una vía muerta en Zaragoza, como si la realidad se empeñara en añadir una última escena esperpéntica a su vida. Finalmente, fue enterrado en el cementerio civil de la capital.
Hoy, Eugenio Noel es una figura semiborrada, incómoda por su radicalismo, pero valiosa como espejo de las tensiones culturales de su tiempo. Su antimito de España no solo combatía los toros: combatía la resignación. En su verbo vibrante, en su combate solitario y en su final miserable, hay una tragedia muy española que, como él, no se deja clasificar del todo.
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Re: De las plazas de toros salen la grosería, la ineducación, el pasodoble y sus derivados; el cante hondo y las canalla
Qué clase de coraje hay que tener para irse por los pueblos de España, con la palabra por bandera, a denunciar los toros y el flamenquismo en plena efervescencia nacionalista, folclórica y taurina.
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