La afición taurina de Arévalo era más que una mera pasión; formaba parte integral de su identidad y de su legado familiar. Creció inmerso en el mundo del toreo cómico, una tradición que su padre había cultivado y que él continuó con gran habilidad y amor por el arte. Su conexión con los toros se extendía más allá del ruedo, siendo un gran conocedor y respetuoso de esta cultura. En sus actuaciones humorísticas y en su vida personal, Arévalo siempre mostraba un profundo respeto y admiración por la tauromaquia, una faceta que enriquecía su arte y personalidad.
Paco Arévalo desarrolló una importante trayectoria profesional en los espectáculos más importantes de la época, como Los Califas de Córdoba, El Empastre, Llapisera y en el mítico El Bombero Torero.
A lo largo de su vida, enfrentó tragedias personales, como la pérdida de dos de sus hijos y su esposa Elena, a quien amó profundamente durante cinco décadas. A pesar de estos desafíos, Arévalo encontró consuelo y fuerza en su arte, utilizando el humor como una forma de automedicación. Además de su éxito en el humor, vivió varios momentos destacados en su vida personal, incluyendo un breve amorío con Malena Gracia y una relación cercana con su única nieta, Ana Rodríguez.
Arévalo falleció el 3 de enero de 2024 en su domicilio en Valencia a los 76 años, en los últimos días se encontraba desganado y sin interés, pero no estaba enfermo. Arévalo deja un legado como uno de los humoristas más queridos de España y un gran aficionado a la tauromaquia, manteniendo viva la tradición familiar del toreo cómico.