William S. Maugham "La tauromaquia es lo único puntual en España"

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William S. Maugham "La tauromaquia es lo único puntual en España"

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William Somerset Maugham fue uno de los más famosos escritores de su tiempo; nació en París en 1874 y murió en Niza en 1965. Fue un escritor británico, autor de novelas, ensayos, cuentos y obras de teatro. Durante la década de 1930 fue considerado el escritor más popular y mejor pagado del mundo.

Su obra se caracteriza por su realismo y su exploración de temas como la condición humana, la moralidad y la búsqueda del sentido de la vida. Algunas de sus obras más conocidas son Of Human Bondage, The Razor's Edge y The Painted Veil.

Maugham fue un hombre de gran cultura y curiosidad, que viajó por todo el mundo en busca de inspiración. Su obra refleja su conocimiento de diferentes culturas y su interés por la condición humana.

Somerset Maugham visitó España. Y esta es una (controvertida) exposición titulada "Antes de la corrida"

Si bien todos los andaluces son potenciales reclusos, también lo son para ser toreros. Es imposible para los extranjeros comprender cuán profundamente arraigada está la afición a este espectáculo en todas las clases sociales. En otros países, el regalo que más les gusta a los niños es una caja de soldaditos, pero en España es una plaza de toros en miniatura con toros de hojalata, picadores a caballo y toreros. Desde su más tierna infancia, los niños juegan a ser toreros; uno de ellos hace de toro y embiste con movimientos propios de este animal, mientras que los demás hacen pases con sus abrigos o pañuelos. A menudo, para aumentar la emoción del juego, se colocan dos cuernos en un trozo de madera. Puedes verlos jugar en cada esquina durante todo el día, sin que ningún otro entretenimiento pueda rivalizar; como resultado, para cuando el niño tiene quince años, ha adquirido una habilidad considerable en esta práctica, y un entretenimiento favorito entonces es alquilar un becerro por una tarde y practicar con él. Todo chiquillo en Andalucía conoce los nombres de los campeones más destacados y puede hablarte de sus méritos.

La corrida de toros es el espectáculo nacional; emociona a los españoles como nada más puede hacerlo, y la muerte de un famoso torero es más trágica que la pérdida de una colonia. Sevilla se considera a sí misma como el verdadero hogar y centro de este arte. El buen rey Fernando VII, tan preciado pícaro como ha habido en un trono, fundó en Sevilla la primera academia para el cultivo de la tauromaquia, y los toreros desfilan por la calle Sierpes en gran número y con el traje más impecable.

En Sevilla solo hay cinco grandes corridas de toros al año, a saber, en el día de Pascua, en los tres días de la feria y en el Corpus Christi. Pero durante el verano se celebran novilladas todos los domingos, con toros de tres años y jóvenes toreros. Mucho antes de una corrida importante, hay bastante emoción en la ciudad. Carteles vistosos se pegan en las paredes con los nombres de los participantes y del propietario de los toros; multitudes se congregan alrededor leyéndolos sin aliento, discutiendo entre sí las posibilidades del evento; los periódicos dan detalles y pronósticos como en Inglaterra lo hacen por la noble causa de las carreras de caballos. Y los movimientos del matador se anuncian con tanta exactitud como con nosotros los quehaceres de la nobleza y la alta sociedad.

El gran matador, Mazzantini o Guerrita, llega el día antes de la lucha, y quizás da un paseo por la calle Sierpes. La gente se vuelve para mirarlo y los conocidos le dan la mano, complacidos de que todo el mundo sepa lo amistosos que son con un hombre tan importante. El héroe en sí es tranquilo y cortés. Se siente una persona de mérito y no puede ser inconsciente de que posee una fortuna de varios millones de pesetas que le reportan un interés razonable. Habla con facilidad y seguridad, a menudo se digna a bromear y elegantemente mueve su mano, brillante con diamantes de gran valor.

Muchas personas han descrito una corrida de toros, pero generalmente sus emociones les han abrumado de tal manera que solo han visto parte de una actuación y, en consecuencia, han tenido que recurrir a una indignada imaginación para completar un recuerdo muy defectuoso. Esta es mi excusa para dar un relato más de un entretenimiento que de ninguna manera puede defenderse. Es indudablemente vicioso y degradante; pero con el constante peligro, la habilidad mostrada, el valor, los escapes por los pelos, las catástrofes, es absurdo negar que cualquier otro pasatiempo pueda ser más emocionante.

La humanidad de los ingleses hacia los animales es uno de los mejores rasgos de un gran pueblo, y con justicia dan gracias a Dios de no ser como los demás. ¿Puede haber algo más horrible que matar un caballo en una plaza de toros, y puede pedir un pobre caballo de tiro un mejor final cuando está agotado, que ser conducido hasta la muerte en las calles de Londres o estar de pie durante horas en paradas de taxis bajo la lluvia y la nieve del invierno inglés? Los españoles ciertamente son crueles con los animales; por otro lado, nunca golpean a sus esposas ni patean a sus hijos. Desde el punto de vista del perro, preferiría ser inglés diez veces, pero desde el punto de vista de la mujer... tengo mis dudas. Hace algún tiempo, ciertos periódicos, ansiosos quizás de saborear las cómodas alegrías de la autojustificación, centraron su atención en la brutalidad de los españoles, y una veintena de periodistas escribieron con indignación sobre las corridas de toros. Al mismo tiempo, por una extraña coincidencia, un boxeador murió en Londres, y los periódicos españoles publicaron largas diatribas contra los brutos y bárbaros ingleses. Los dos grupos de escritores eran igualmente vehementes, inexactos y floridos; pero lo más notable era que cada bando sentía un horror y disgusto realmente genuino por las acciones del otro. Como personas de dudosa reputación que se quejan de los vicios de la época, ambos estaban tan llevados por el entusiasmo moral que se olvidaron de que había algo en sus propias historias que hacía que esta furia virtuosa fuera un poco absurda. Realmente hay mucho en el punto de vista.

[Taurologica]

Si bien todos los andaluces son potenciales delincuentes... sí que empieza fuerte el escritor inglés ¡y escribe muy bien de Andalucía! este Maugham

[Chino_Torero]

Hay que tenerlos cuadrados para decir nada más empezar que todos los andaluces son carne de presidio. No he seguido leyendo, si alguien encuentra algo válido, que lo diga.

[ToniBailó]

Si bien todos los andaluces son potenciales reclusos, también lo son para ser toreros. En cada sombra de esta tierra late el corazón de un león y el susurro de una tragedia.

[KzaRata]

En otros países, el regalo que más les gusta a los niños es una caja de soldaditos, pero en España es una plaza de toros en miniatura con toros de hojalata, picadores a caballo y toreros. ¡Qué ironía más deliciosa, convertir el juego de la infancia en un preludio de la danza de la muerte!

[carabino]

El buen rey Fernando VII, tan preciado pícaro como ha habido en un trono, fundó en Sevilla la primera academia para el cultivo de la tauromaquia. Un legado de sangre y arte, donde la moral se desdibuja entre aplausos y gritos

[Komodo]

"Y los movimientos del matador se anuncian con tanta exactitud como con nosotros los quehaceres de la nobleza y la alta sociedad. Cada paso, una historia; cada gesto, un destino sellado bajo el sol implacable."

[Paul Churches]

Un entretenimiento que de ninguna manera puede defenderse. Es indudablemente vicioso y degradante; pero con el constante peligro, la habilidad mostrada, el valor, los escapes por los pelos, las catástrofes, es absurdo negar que cualquier otro pasatiempo pueda ser más emocionante.

El abismo de la pasión humana, siempre al borde del precipicio.

[Protasi]

¿Puede haber algo más horrible que matar un caballo en una plaza de toros, y puede pedir un pobre caballo de tiro un mejor final cuando está agotado, que ser conducido hasta la muerte en las calles de Londres o estar de pie durante horas en paradas de taxis bajo la lluvia y la nieve del invierno inglés? ¿dónde está la barbarie?