En Valencia que suenen las alarmas por la feria de Julio
Publicado: Lun Jul 22, 2024 11:29 am
En Valencia que suenen las alarmas por la feria de Julio
La Feria de Julio de Valencia, antaño un hito en el calendario taurino, atraviesa una situación verdaderamente preocupante. En lugar de emociones genuinas y actuaciones vibrantes, lo que antes era un espectáculo apasionante ahora refleja una sensación de desesperanza. La calidad de los toros ha decaído notablemente, disminuyendo tanto el interés como la emoción del público, que cada vez se aleja más del evento.
La presencia de espectadores no habituales y una música que no encajaba con el ambiente contribuyeron a un sentimiento generalizado de decepción y frustración. Además, los toreros, salvo contadas excepciones, no han estado a la altura. Las ganaderías de El Pilar y Victoriano del Río fallaron estrepitosamente, y las actuaciones de Castella, Manzanares y Talavante resultaron decepcionantes.
La noticia reciente del retorno de Morante a los ruedos en Santander, en lugar de Valencia, añade otro golpe a la crisis de la feria. La elección de Santander, una plaza que compite directamente con Valencia por el protagonismo en julio, resalta aún más la pérdida de atractivo y relevancia de la feria valenciana. La ausencia de Morante en Valencia es un revés significativo para una feria que lucha por mantener su lugar en el panorama taurino.
El desinterés de las autoridades valencianas y una gestión errática de la plaza han sido factores cruciales en esta decadencia. Mientras que en Santander se observa un fuerte apoyo a la tauromaquia, liderado por su alcaldesa, en Valencia las acciones parecen ir en dirección contraria. Esta falta de respaldo institucional ha causado una pérdida progresiva del prestigio y atractivo de la feria.
En resumen, la Feria de Julio de Valencia se encuentra en un punto crítico. Los problemas de calidad de los toros, la desconexión de los toreros con el público y la falta de apoyo institucional están llevando la feria hacia una decadencia aparentemente inevitable. Sin un cambio radical en la gestión y el enfoque, el futuro de esta histórica feria taurina está en grave peligro.
La Feria de Julio de Valencia, antaño un hito en el calendario taurino, atraviesa una situación verdaderamente preocupante. En lugar de emociones genuinas y actuaciones vibrantes, lo que antes era un espectáculo apasionante ahora refleja una sensación de desesperanza. La calidad de los toros ha decaído notablemente, disminuyendo tanto el interés como la emoción del público, que cada vez se aleja más del evento.
La presencia de espectadores no habituales y una música que no encajaba con el ambiente contribuyeron a un sentimiento generalizado de decepción y frustración. Además, los toreros, salvo contadas excepciones, no han estado a la altura. Las ganaderías de El Pilar y Victoriano del Río fallaron estrepitosamente, y las actuaciones de Castella, Manzanares y Talavante resultaron decepcionantes.
La noticia reciente del retorno de Morante a los ruedos en Santander, en lugar de Valencia, añade otro golpe a la crisis de la feria. La elección de Santander, una plaza que compite directamente con Valencia por el protagonismo en julio, resalta aún más la pérdida de atractivo y relevancia de la feria valenciana. La ausencia de Morante en Valencia es un revés significativo para una feria que lucha por mantener su lugar en el panorama taurino.
El desinterés de las autoridades valencianas y una gestión errática de la plaza han sido factores cruciales en esta decadencia. Mientras que en Santander se observa un fuerte apoyo a la tauromaquia, liderado por su alcaldesa, en Valencia las acciones parecen ir en dirección contraria. Esta falta de respaldo institucional ha causado una pérdida progresiva del prestigio y atractivo de la feria.
En resumen, la Feria de Julio de Valencia se encuentra en un punto crítico. Los problemas de calidad de los toros, la desconexión de los toreros con el público y la falta de apoyo institucional están llevando la feria hacia una decadencia aparentemente inevitable. Sin un cambio radical en la gestión y el enfoque, el futuro de esta histórica feria taurina está en grave peligro.